Castillo de Poenari. XIII. Curtea de Arges. Valaquia. Rumanía
El castillo o ciudadela de Poenari es una fortaleza de los siglos XIII al XV en actual estado de ruinas construida sobre el monte Poenari, en la región rumana de Curtea de Arges. Es considerado como el auténtico Castillo de Drácula ya que fue la residencia del monarca que inspiró a Bram Stoker a escribir su famosa novela.
Cuando el príncipe Vlad III llegó
hasta el collado de Arges en 1459 decidió rehabilitar la antigua torre vigía del
siglo XIII y convertirla en su residencia oficial y centro militar. El lugar
elegido se situaba en la cima de un acantilado a 500 metros sobre el rio Arges y
supondría el bastión más importante del reino de Valaquia pero también el
baluarte del cristianismo en la frontera con el imperio turco.
El monarca levantó a continuación
una ciudadela que cubriría toda la cima del monte Poenari con casi 50 metros de
longitud, añadió nuevas torres de vigilancia y la rodeó con muros de tres
metros de grosor, elementos que la hacían prácticamente inexpugnable a
cualquier ataque. El enclave ofrecía además una enorme seguridad y el control
de un paso fronterizo estratégico entre las montañas. Al sur, las tierras de
Vlad, Valaquia y de igual importancia al norte, Transilvania, en tierras sajonas
donde disponía de dos castillos más.
Con una planta necesariamente
poligonal, la ciudadela contaba con una torre de la pólvora y tres torres
centinelas, todas techadas, más una terraza almenada que serviría de
baluarte. Sus muros fueron fabricados con
ladrillo rojo sobre una base de piedra gris, lo que le da ese aspecto exterior
de dos tonos.
Las crónicas que narran la vida
de Vlad III señalan como en este castillo se vivieron los acontecimientos más
trágicos y sangrientos del monarca como el suicidio de su esposa desde lo alto
de la torre de la pólvora, la vez que ordenó clavar los turbantes de dos
emisarios turcos y por encima de todos la ejecución de 20.000 hombres ensartados
en estacas de roble, una acción por la que sería renombrado como Vlad Tepes, el
empalador.
Su práctica de empalar a todo
enemigo viviente cobró durante los años que habitó este castillo su grado más
alto de sadismo y crueldad generando todo un bosque de empalados alrededor de
la fortaleza, una visión abominable que haría retroceder a cualquier ejército
fuera turco o boyardo. Además, debemos
añadir que su construcción fue llevada a cabo por los nobles esclavizados de la
ciudad de Tirgoviste que sobrevivieron a una de sus matanzas más recordadas.
Tras la muerte de Tepes, la ciudadela
fue habitada durante un tiempo pero finalmente acabó abandonada durante siglos
hasta que a finales del siglo XX fue rehabilitada y abierta al público. Como
contrapunto a su pasado trágico, desde esta cima pueden verse los frondosos
bosques que lo rodean y contemplar uno de los paisajes más bellos de Europa.
Eso sí, para ello deberemos subir los 1480 escalones que cuenta la escalera de
acceso al recinto.
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