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lunes, 24 de diciembre de 2018

Museos | Neocueva y Museo de Altamira




MUSEOS

NEOCUEVA Y MUSEO DEL ALTAMIRA


(PLAY para ver video)


Para conocer -y ante todo reconocer- una obra de arte no hay nada mejor que trasladarse al lugar de los hechos para conocer su historia, situarla en el tiempo y el espacio, apreciar cada detalle y resolver en primera persona las dudas que el arte siempre plantea. Más aún si se trata, en este caso,  de la primera obra de arte de la historia. 


Estamos en Santillana del mar, un bello municipio de la provincia de Cantabria, en busca de la obra maestra del arte paleolítico. En esta villa el tiempo parece haberse detenido por más de 500 años si a su arquitectura nos referimos pues fue declarada conjunto histórico-artístico por la excelente conservación de su núcleo urbano de origen medieval, renacentista y barroco. A dos kilómetros  de la villa se encuentra el Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira, responsable de conservar y difundir la cueva donde se hallaron las pinturas rupestres más antiguas y mejor conservadas hasta el momento. Además, el centro gestiona el Museo de Altamira, con exposiciones didácticas y actividades divulgativas y la réplica de la cueva original, la Neocueva, que recibe cada año 250.000 visitas.



                                        


Neocueva

Con el fin de que todos los visitantes de Altamira puedan acceder al conocimiento de sus pinturas en el mismo contexto en que fueron creadas se ha construido la Neocueva, una réplica de las partes más interesantes de la cueva original que recrea con precisión milimétrica texturas, relieves y variaciones de color, en el caso de las pinturas.

El primer espacio al que accedemos es el campamento magdaleniense situado en el amplio vestíbulo de entrada, junto a la boca de la cueva. Más adelante, la excavación arqueológica nos muestra la metodología de investigación de campo con la que se han obtenido los datos que tenemos sobre sus habitantes. Veremos, así, cómo la sucesión de estratos permite apreciar dos fases de ocupación: una durante el Solutrense, a la que se ha atribuido una antigüedad de 18.500 años, y otra durante el Magdaleniense, hace 14.500 años, y entre ambas un periodo de abandono revelado por una capa de arcillas estériles. El recorrido reconstruye también el taller del artista prehistórico donde se muestran las diferentes técnicas y procesos artísticos que veremos a continuación en la llamada Sala o Techo de los Polícromos.


                                        


Techo de los polícromos

Se ha dado este nombre al conjunto de pinturas que cubren el techo de una sala contigua al vestíbulo. En la Cueva original, antes de que se rebajara el suelo para permitir el acceso a los visitantes, la altura del techo de esta sala era tan reducida que impedía estar de pie en ella, por lo que nunca pudo ser utilizada como zona de habitación, lo que se ha interpretado como posible prueba de su sentido ritual. La sala de los Policromos fue, en todo caso, utilizada con la misma finalidad artística en los dos periodos de ocupación de la Cueva.

Del Solutrense data un reducido grupo de pinturas monocromas en rojo, situadas en la parte más alejada de la entrada, entre las que pueden distinguirse varios caballos, una cabra, manos en negativo y otras figuras de difícil identificación. El resto de la decoración del Techo se ha adscrito al Magdaleniense Inferior, con una antigüedad aproximada de 14.500 años, y consiste fundamentalmente en una gran manada de bisontes, junto a los cuales aparecen dos caballos, una gran cierva, tal vez un jabalí, y una serie de signos llamados "claviformes”, de dudosa interpretación.


                                        


Los bisontes aparecen en diversas actitudes: de pie, tumbados, lamiéndose, bramando, o en movimiento, aportando al conjunto una enorme naturalidad y, sobre todo, la evidencia de una composición en la que se integran las diferentes figuras para formar una escena, algo insólito en la pintura paleolítica, y que constituye una de las razones por las que el Techo es la gran joya de Altamira, y aun de todo el arte prehistórico. La otra es la asombrosa perfección de una técnica que combina el grabado, con el que se definen los contornos y algunos detalles de las figuras, y la pintura. 


                                        


A pesar de su nombre, los bisontes "polícromos" de Altamira han sido realizados únicamente con dos pigmentos, negro (carbón vegetal) y rojo (óxidos de hierro como ocre o hematites), pero el tratamiento posterior de las figuras, raspando o diluyendo algunas zonas para conseguir efectos de claroscuro, produce la sensación de una variedad mucho mayor. Si a esto sumamos la sabia utilización del soporte para dar volumen a las figuras entenderemos la enorme plasticidad que desprende el conjunto, y que debió ser aún mayor cuando la frescura de los pigmentos no había sido alterada por catorce mil quinientos años de erosión.




Cola de caballo

Finalmente, se han reproducido en el último tramo de la Neocueva algunas de las figuras de la Cola de Caballo, la galería más profunda de la Cueva original, cuya excesiva estrechez la hace inaccesible a las visitas. El conjunto se ha datado en el Magdaleniense Inferior, hace unos 14.300 años. Aparecen caballos, ciervos y bisontes, así como una serie de signos abstractos de apariencia reticular conocidos tradicionalmente como "tectiformes" por su supuesta semejanza con techumbres de cabañas. Aquí, el aprovechamiento de los relieves de la roca cobra un singular protagonismo, acentuado por el hecho de que las figuras están trazadas únicamente en negro, y en algunos casos alcanza cotas de asombrosa expresividad, como una cabeza de bóvido en visión frontal conseguida con apenas unos mínimos toques de negro trazados sobre un saliente rocoso para definir los ojos, cejas y nariz.


                                        


Museo y Centro de Investigación

El espacio museístico que se muestra adyacente a la Neocueva se divide en seis sectores que comprenden todas las fases por la que pasó Altamira, desde las primeras pruebas encontradas hasta los últimos descubrimientos llevados a cabo por el Centro de Investigación. Como introducción a la exposición permanente se ha organizado un espacio en que se exponen las circunstancias que rodearon el descubrimiento, en 1879, de las pinturas de la Cueva de Altamira. A continuación la visita del Museo se inicia con un repaso a la investigación de la arqueología prehistórica y la labor de los prehistoriadores. Los dos siguientes salas nos introducen en Altamira a través de un recorrido desde la evolución de los homínidos hasta el Homo Sapiens y cómo sería la vida en aquel tiempo. El arte paleolítico, sus técnicas y materiales utilizados centran la atención de la última parte del recorrido donde el visitante puede ver la forma en el que el hombre realizaba el primer arte de la historia con vídeos, esquemas y réplicas de las obras de Altamira pero también de otras partes del mundo.


                                        



"Estábamos ya en el corazón de la cueva, en la oquedad pintada más asombrosa del mundo. Parecía que las rocas bramaban. Allí, en rojo y negro, amontonados, lustrosos por las filtraciones del agua, estaban los bisontes, enfurecidos o en reposo. Un temblor milenario estremecía la sala. Era como el primer chiquero español, abarrotado de reses bravas pugnando por salir. Ni vaqueros ni mayorales se veían por los muros. Mugían solas, barbadas y terribles bajo aquella oscuridad de siglos.”

Rafael Alberti, La arboleda perdida
(Poeta)




Este artículo pertenece a la publicación ALTAMIRA, El nacimiento del Arte.
Puedes verlo completo AQUÍ:




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viernes, 22 de septiembre de 2017

Museos | Museo de arte africano Arellano Alonso | Valladolid




MUSEOS Y GALERÍAS DE ARTE

MUSEO DE ARTE AFRICANO ARELLANO ALONSO

VALLADOLID





La Fundación Alberto Jiménez-Arellano Alonso de la Universidad de Valladolid es una institución sin ánimo de lucro creada en el año 2004.  Con una finalidad puramente cultural, la fundación gestiona un patrimonio artístico considerado de los mejores de Europa y que cuenta con una excepcional colección de arte procedente de África subsahariana única en el mundo.

El museo Arellano Alonso se encuentra ubicado en el Palacio de Santa Cruz de Valladolid, considerado el primer edificio renacentista de España. La exposición, de carácter permanente,  recorre tres de sus salas.


                                        


El Salón de Rectores y la Sala Renacimiento acogen más de un centenar de esculturas en terracota; el conjunto público más importante conocido en este material tanto por su calidad como por su cantidad. En él están documentadas la práctica totalidad de las culturas que trabajaron el barro cocido a lo largo de la historia del continente, como los Nok, Ife, Edo, Djenné, Ségou o Jukun, entre otros.


En la Sala de San Ambrosio se exhibe el 'Reino de Oku” (Camerún), compuesto por objetos rituales vinculados al rey junto a impactantes máscaras de sociedades secretas tradicionales,  cuyas actividades deben permanecer en el más estricto misterio. La exposición se completa con la visita a la Galería superior ubicada en esta misma sala, en la que se exponen utensilios etnográficos de distintas procedencias. 




Salón de Rectores

Esta sala ha sido concebida como un espacio de introducción a la colección. Permite, en primer lugar, descubrir cuáles son los materiales empleados en el arte africano que van más allá del habitualmente conocido por la mayoría, la madera, vinculada a las célebres máscaras.

A continuación se muestran algunas de sus temáticas más relevantes, relacionadas con el culto a los dioses, rituales funerarios o con el recuerdo a los antepasados. Todo ello ejemplificado a través de un conjunto único de jinetes en terracota, así como por diversas representaciones de animales, plenas de simbolismo y belleza.


Por último, en el espacio "Miradas sobre África", se exponen con carácter temporal, algunas otras piezas de la colección. De esta manera el montaje se renueva periódicamente y se dan a conocer obras que de otra forma permanecerían ocultas en el almacén de la Fundación. 


                                        


Sala Renacimiento

Esta sala (que conserva los artesonados originales del Colegio de Santa Cruz, fechados a finales del siglo XV), alberga parte del conjunto de esculturas subsaharianas en terracota de la Fundación. Se trata de una de las más importantes colecciones de carácter público que existen actualmente en el mundo, destacando tanto por el número como por la calidad de sus piezas.

Las figuras expuestas han sido modeladas por las más significativas culturas asentadas en torno a las cuencas de los ríos Níger y Congo. Allí vivieron y trabajaron desde el siglo V a.C. hasta la actualidad. En ocasiones son pueblos que incluso ya han desaparecido, pero cuya huella se percibe aún en las creaciones en terracota más recientes.

Entre las más importantes culturas que se pueden contemplar en la exposición destacan los NoK, Ife, Edo, Djenné, Bura, Komaland, Jukun, Ewe, Mambila, Mangbetu o Bakongo, entre otros. Asimismo, se exhiben algunas piezas de la zona oriental del continente (Tanzania y Etiopía) también modeladas con este material milenario: el barro cocido.


                                        


La escultura Nok (Nigeria) es la más antigua de África, salvo la egipcia, datándose entre los siglos V a.C. y V d.C. Se caracteriza por sus figuras humanas en barro cocido naturalistas y con rasgos muy distintivos, como la ejecución del ojo de forma triangular y con una perforación central. También destaca el detalle de sus elaborados peinados y la riqueza de sus joyas.


                    


lfe y el antiguo reino de Benin (ambos en la actual Nigeria), son dos complejos culturales de gran relevancia en la historia del arte africano y universal. A partir del siglo XII, mientras Europa está sumida en la Edad Media, en ellos se desarrolla un arte refinado, propio de un alto grado de organización social y diferente también al que se estaba realizando en otras zonas de África occidental. Un arte cortesano, destinado a glorificar a sus reyes y a recordar a sus ancestros mediante retratos idealizados (en terracota o en metal) que los inmortalizan para siempre bellos y jóvenes.


                    


Djenné (Malí), rica ciudad-mercado amurallada y conocida durante muchos siglos por ser cruce de caminos de las caravanas del Sahara, dio nombre a una cultura caracterizada por un conjunto de esculturas antropomorfas de terracota halladas en su recinto. Es recurrente en ellas la posición arrodillada, sentada o en cuclillas de los personajes, y el tema de la serpiente, bien como escultura individual enroscada sobre sí misma, bien como motivo decorativo sobre los personajes. La presencia de este reptil está relacionada con la leyenda de esta cultura que habla del sacrificio ritual anual de una muchacha a la serpiente Bida para asegurar la fertilidad de los campos.

El pueblo lgbo se ubica en la zona este de Nigeria. Las técnicas empleadas en sus creaciones sugieren que esta sociedad había alcanzado un nivel de tecnología que rivalizaba o superaba a los europeos contemporáneos. En la actual Nigeria, los Igbo son el segundo grupo étnico en importancia y han mantenido hasta el siglo XX una tradición cultural y una identidad política relevantes.


                    



Los Jukun actuales, que se asientan en una zona del valle del río Benue, son al parecer herederos culturales de un poderoso imperio que dominó la zona desde el siglo XIV hasta el XVII II. Son muy escasas las esculturas conocidas de esta región y de esta época. Menos de una docena de ejemplares han aparecido desde mediados de la década de los 80, siendo el conjunto expuesto en el Palacio de Santa Cruz, esta pareja, el único conocido en el mundo como tal hasta el momento. Al parecer representarían a los padres ancestrales de los que desciende la tribu y formarían parte de los rituales de culto a los antepasados. 




Sala de San Ambrosio

La incorporación más reciente a las colecciones de la Fundación Arellano Alonso es el conjunto denominado "Reino de Oku", territorio localizado al noroeste de la República de Camerún, en la región de Grassland. Su peculiar orografía, de elevadas montañas de origen volcánico, le ha mantenido en un cierto aislamiento que ha permitido la persistencia de muchas de sus tradiciones y de una estructura social casi feudal.

En la cima de ésta se encuentra el Fon, el único que puede atravesar las puertas del palacio real, por ser considerado un ser sagrado. Por la misma razón sólo él puede utilizar ciertos objetos que simbolizan su poder: las denominadas regalías. Entre ellas se encuentran las camas de jefatura, empleadas a modo de asiento durante su entronización y otras ceremonias. Otro ejemplo es el trono real, denominado Kabar, caracterizado por tener respaldo, reposabrazos y por su rica decoración tallada.


                                        


En Oku todavía las Sociedades Secretas tradicionales mantienen su relevancia en la sociedad. Frenan los comportamientos que amenacen el bienestar general o atenten contra las costumbres, preservando la paz de la comunidad. Los castigos son aplicados por sus "máscaras': que tienen una carga mágica (denominada juju) que les da su poder y les dota de vida. Además se adornan con fetiches que sirven para proteger de todo mal a los miembros de la Sociedad y a la comunidad en general. Puede tratarse de conchas, osamentas, plumas, figuritas talladas en madera o plumas, entre otros objetos. Cuanto más agresiva es su danza y más repulsivo su aspecto, mayor será su poder.

Entre las Sociedades secretas más importantes se encuentran las del Kwiffon, la de los Príncipes, la de los médicos tradicionales o la de los soldados, cuya sede es la Casa de la Guerra.


                                        


La exposición se completa con varios fetiches (de madera y de terracota) e instrumentos musicales. Estos últimos poseen también una carga mágica. Tal es el caso de los tambores, empleados para aniquilar a los enemigos, para transmitir noticias relevantes o durante las ceremonias funerarias. Todos estos objetos, al igual que los anteriores, es la primera vez que se exponen fuera de Oku.





En la parte superior de la Sala de San Ambrosio se sitúa la Galería etnográfica. En ella se exhibe un conjunto de objetos de distintos materiales y procedencias que ayudan a comprender mejor algunas de las costumbres y tradiciones de estos pueblos africanos. Por ejemplo, bobinas de telar, rallacocos, cubresexos, reposacabezas, muñecas de fertilidad, joyas, etc.


A través de estas piezas, datadas en el siglo XIX, se constata que en África utilidad y estética van siempre unidas. Los objetos son empleados en la vida cotidiana o en rituales, pero su ornamentación está muy cuidada, presentando bellos motivos geométricos, animales o vegetales, que ponen de relieve la habilidad y creatividad de los artesanos. 






La obra destacada




Mami Wata. Cultura Ewe. Ghana. Siglo XX. Terracota

El mito de Mami Wata se extiende por una amplia zona del continente africano, los ewe y los adja entre ellos. De origen impreciso, el personaje parece haber recibido la influencia de los mitos de las sirenas europeas, con una mezcla de ideas tomadas de los santorales cristianos y musulmanes y de las creencias hindúes y orientales. Mami Wata es la «madre del agua», especie de diosa protectora, bella y seductora al tiempo que peligrosa, mitad mujer mitad pez, mitad terrestre mitad acuática. En los cultos en su honor, practicados desde el siglo XV, adquiere muy variados nombres como Oxum, Santa Marta la Dominadora, Lasirén o Yemanjá, además de las nuevas formas implantadas en América desde la llegada de los primeros esclavos de la ruta atlántica, pero ya sea bajo la forma de sirena, o de deidad hindú, la compañía de la serpiente le es siempre indisociable.

El escritor y fotógrafo Jordi Esteva relata en su ‘Viaje al país de las almas’ (1999, Ed. Pre-Textos) sus experiencias con diferentes pueblos étnicos de Costa de Marfil: “Addiafi permitió que su discípulo Yéo me acompañara al santuario de la komián Eponom Adjoua Essouman. Tras largas horas de espera, la sacerdotisa cayó en profundo trance y profirió un grito desgarrador y se lanzó al estanque sagrado, poseída por Mami Watta, el espíritu del agua. A través de su oficiante –uno no debe dirigirse nunca directamente a los poseídos– le comuniqué mi propósito de atisbar aquel mundo. Le hice saber que no consideraba que sus creencias fueran supercherías, que se trataba de una sabiduría ancestral y que su olvido resultaría una pérdida para la humanidad, pues con ella desaparecerían el contacto con las fuerzas de la naturaleza y una valiosa farmacopea. Mami Watta se sumergió largos segundos en el agua para emerger de golpe cantando: ‘El hombre que no conoce su camino es como el viento’.”





Jinetes sobre camellos. Cultura Dakakari. Nigeria. XIX-XX. Terracota

Nos encontramos ante una pieza excepcional de la cultura Dakakari, etnia procedente de Nigeria y datada entre los siglos XIX y XX. Posiblemente pudiera pertenecer a una urna funeraria de algún alto dignatario o de algún guerrero. Como podemos observar, la parte inferior de la pieza tiene forma esférica para alberga en su interior objetos que perteneciera al fallecido y que pudieran servirle en su viaje al más allá.

Son muy llamativas las grandes bocas circulares tanto de los camellos como de los jinetes que los montan. Expresan el dolor por la pérdida del difunto con gritos al cielo en una composición que seduce por su simetría y esquematización.  Como el resto de piezas de la sala, está realizada en terracota, un tipo de arcilla modelada y endurecida al horno.


                    



VISITA VIRTUAL

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DOCUMENTACIÓN


  • Museo de Arte Africano Arellano Alonso
  • Ministerio de Educación, Cultura y Deporte



OTRAS IMÁGENES:





                                        

                                                            



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