lunes, 24 de diciembre de 2018

Altamira | El nacimiento del arte



OBRA ANALIZADA

CUEVA DE ALTAMIRA

El nacimiento del arte

63.000-14.000 a.C. | Santillana del Mar | Cantabria


(El video está deshabilitado en algunos países, puedes verlo completo aquí: https://www.facebook.com/rcahistoriadelarte/videos/2331975577038831/)

La cueva de Altamira, considerada la Capilla Sixtina del Paleolítico, es el gran legado del arte rupestre, y sin duda, el hallazgo arqueológico más importante de la península ibérica. Sus representaciones siguen siendo la muestra más antigua de arte rupestre y sus famosos bisontes se han convertido en iconos de la Historia del Arte.




La llamada Capilla Sixtina de la antigüedad sigue siendo la primera obra de arte de la historia, fuente de inspiración para muchos artistas y punto de interés para muchos investigadores. Viajaremos al Paleolítico para mostraros la Cueva de Altamira y fascinarnos con sus bisontes, una serie de pinturas rupestres que, después de 15.000 años, siguen más vivas que nunca. Analizaremos sus características principales  y recrearemos la técnica de estos artistas. Aunque la cueva original de Altamira se cerró al público hace ya unos años para evitar su deterioro, visitaremos la réplica, la llamada 'Neocueva', y el Museo de Altamira, un centro que recibe anualmente la visita de 250.000 personas. También recordamos cómo fue el descubrimiento de las pinturas y su eco hasta nuestros días. Vamos a retrotraernos hasta los comienzos del arte para reconocer la importancia de esta obra capital y comprender cómo eran aquellos hombres y mujeres que habitaron esta zona y que se convirtieron en los primeros artistas de la historia.


                                        


INTRODUCCIÓN

Hace aproximadamente 40.000 años, Cantabria comenzó a ser habitada por individuos de la especie humana a la que pertenecemos, Homo sapiens sapiens. Su origen último era el África Oriental, desde donde las poblaciones de esta especie se expandieron por Europa a lo largo de miles de años. La llegada del Homo sapiens a Europa marca el comienzo del Paleolítico Superior, periodo cultural caracterizado por las primeras manifestaciones de un pensamiento complejo y abstracto, entre ellas el arte.

En la cornisa cantábrica, nuestros antepasados encontraron condiciones muy favorables para desarrollar sus formas de vida, basadas en la caza y la recolección. El clima era más frío que el actual, aunque no tanto como en el centro y norte de Europa. La abundancia y diversidad de la flora y la fauna garantizaban el aporte de alimentos, y la conformación geológica de la Cordillera Cantábrica favorecía la existencia de cuevas y abrigos que ofrecían refugio contra los rigores climáticos.

No es extraño, por tanto, que a lo largo del Paleolítico Superior las poblaciones de Homo sapiens alcanzasen un alto nivel de ocupación de la zona. Aquí se encontraron herramientas y útiles que aportan valiosa información sobre las formas de vida del hombre paleolítico, y una notable colección de pinturas y grabados constituyen la más temprana manifestación artística de la humanidad.




Un lugar en el tiempo

Uno de los muchos espacios habitados y decorados por el hombre en la cornisa cantábrica durante el Paleolítico Superior fue la Cueva de Altamira, situada en el término municipal de Santillana del Mar (Cantabria).

La Cueva fue ocupada por el hombre durante dos épocas separadas por una fase de abandono: la inicial corresponde al periodo Solutrense Superior (18.500 años antes del presente), y la final al Magdaleniense Inferior (entre 16.500-14.000 años). El espacio de habitación humana se limitó siempre a la zona inmediata a la entrada, pero en todo el resto de la Cueva, incluso en la galería más profunda y difícilmente accesible debido a su estrechez -la Cola de caballo- se han encontrado abundantes muestras de arte parietal correspondientes a los dos periodos de ocupación. Poco después de su última ocupación, hacia el 13.000 antes del presente, un derrumbe selló su boca, impidiendo posteriores utilizaciones y preservando intactas las pinturas durante miles de años.


                                        


“El artista de Altamira ordena el mundo y lo enseña a la comunidad”

José Antonio Lasheras
(Director del Museo y Centro de Investigación de Altamira 1991-2016)



NEOCUEVA Y MUSEO DEL ALTAMIRA

Para conocer -y ante todo reconocer- una obra de arte no hay nada mejor que trasladarse al lugar de los hechos para conocer su historia, situarla en el tiempo y el espacio, apreciar cada detalle y resolver en primera persona las dudas que el arte siempre plantea. Más aún si se trata, en este caso,  de la primera obra de arte de la historia. Estamos en Santillana del mar, un bello municipio de la provincia de Cantabria, en busca de la obra maestra del arte paleolítico. En esta villa el tiempo parece haberse detenido por más de 500 años si a su arquitectura nos referimos pues fue declarada conjunto histórico-artístico por la excelente conservación de su núcleo urbano de origen medieval, renacentista y barroco.

A dos kilómetros  de la villa se encuentra el Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira, responsable de conservar y difundir la cueva donde se hallaron las pinturas rupestres más antiguas y mejor conservadas hasta el momento. Además, el centro gestiona el Museo de Altamira, con exposiciones didácticas y actividades divulgativas y la réplica de la cueva original, la Neocueva, que recibe cada año 250.000 visitas.


                                        


Neocueva

Con el fin de que todos los visitantes de Altamira puedan acceder al conocimiento de sus pinturas en el mismo contexto en que fueron creadas se ha construido la Neocueva, una réplica de las partes más interesantes de la cueva original que recrea con precisión milimétrica texturas, relieves y variaciones de color, en el caso de las pinturas.

El primer espacio al que accedemos es el campamento magdaleniense situado en el amplio vestíbulo de entrada, junto a la boca de la cueva. Más adelante, la excavación arqueológica nos muestra la metodología de investigación de campo con la que se han obtenido los datos que tenemos sobre sus habitantes. Veremos, así, cómo la sucesión de estratos permite apreciar dos fases de ocupación: una durante el Solutrense, a la que se ha atribuido una antigüedad de 18.500 años, y otra durante el Magdaleniense, hace 14.500 años, y entre ambas un periodo de abandono revelado por una capa de arcillas estériles. El recorrido reconstruye también el taller del artista prehistórico donde se muestran las diferentes técnicas y procesos artísticos que veremos a continuación en la llamada Sala o Techo de los Polícromos.


                                        


Techo de los polícromos

Se ha dado este nombre al conjunto de pinturas que cubren el techo de una sala contigua al vestíbulo. En la Cueva original, antes de que se rebajara el suelo para permitir el acceso a los visitantes, la altura del techo de esta sala era tan reducida que impedía estar de pie en ella, por lo que nunca pudo ser utilizada como zona de habitación, lo que se ha interpretado como posible prueba de su sentido ritual. La sala de los Policromos fue, en todo caso, utilizada con la misma finalidad artística en los dos periodos de ocupación de la Cueva.

Del Solutrense data un reducido grupo de pinturas monocromas en rojo, situadas en la parte más alejada de la entrada, entre las que pueden distinguirse varios caballos, una cabra, manos en negativo y otras figuras de difícil identificación. El resto de la decoración del Techo se ha adscrito al Magdaleniense Inferior, con una antigüedad aproximada de 14.500 años, y consiste fundamentalmente en una gran manada de bisontes, junto a los cuales aparecen dos caballos, una gran cierva, tal vez un jabalí, y una serie de signos llamados "claviformes”, de dudosa interpretación.


                                        


Los bisontes aparecen en diversas actitudes: de pie, tumbados, lamiéndose, bramando, o en movimiento, aportando al conjunto una enorme naturalidad y, sobre todo, la evidencia de una composición en la que se integran las diferentes figuras para formar una escena, algo insólito en la pintura paleolítica, y que constituye una de las razones por las que el Techo es la gran joya de Altamira, y aun de todo el arte prehistórico. La otra es la asombrosa perfección de una técnica que combina el grabado, con el que se definen los contornos y algunos detalles de las figuras, y la pintura.


                                        


A pesar de su nombre, los bisontes "polícromos" de Altamira han sido realizados únicamente con dos pigmentos, negro (carbón vegetal) y rojo (óxidos de hierro como ocre o hematites), pero el tratamiento posterior de las figuras, raspando o diluyendo algunas zonas para conseguir efectos de claroscuro, produce la sensación de una variedad mucho mayor. Si a esto sumamos la sabia utilización del soporte para dar volumen a las figuras entenderemos la enorme plasticidad que desprende el conjunto, y que debió ser aún mayor cuando la frescura de los pigmentos no había sido alterada por catorce mil quinientos años de erosión.




Cola de caballo

Finalmente, se han reproducido en el último tramo de la Neocueva algunas de las figuras de la Cola de Caballo, la galería más profunda de la Cueva original, cuya excesiva estrechez la hace inaccesible a las visitas. El conjunto se ha datado en el Magdaleniense Inferior, hace unos 14.300 años. Aparecen caballos, ciervos y bisontes, así como una serie de signos abstractos de apariencia reticular conocidos tradicionalmente como "tectiformes" por su supuesta semejanza con techumbres de cabañas. Aquí, el aprovechamiento de los relieves de la roca cobra un singular protagonismo, acentuado por el hecho de que las figuras están trazadas únicamente en negro, y en algunos casos alcanza cotas de asombrosa expresividad, como una cabeza de bóvido en visión frontal conseguida con apenas unos mínimos toques de negro trazados sobre un saliente rocoso para definir los ojos, cejas y nariz.


                                        


Museo y Centro de Investigación

El espacio museístico que se muestra adyacente a la Neocueva se divide en seis sectores que comprenden todas las fases por la que pasó Altamira, desde las primeras pruebas encontradas hasta los últimos descubrimientos llevados a cabo por el Centro de Investigación. Como introducción a la exposición permanente se ha organizado un espacio en que se exponen las circunstancias que rodearon el descubrimiento, en 1879, de las pinturas de la Cueva de Altamira. A continuación la visita del Museo se inicia con un repaso a la investigación de la arqueología prehistórica y la labor de los prehistoriadores. Los dos siguientes salas nos introducen en Altamira a través de un recorrido desde la evolución de los homínidos hasta el Homo Sapiens y cómo sería la vida en aquel tiempo. El arte paleolítico, sus técnicas y materiales utilizados centran la atención de la última parte del recorrido donde el visitante puede ver la forma en el que el hombre realizaba el primer arte de la historia con vídeos, esquemas y réplicas de las obras de Altamira pero también de otras partes del mundo.


                                        


"Estábamos ya en el corazón de la cueva, en la oquedad pintada más asombrosa del mundo. Parecía que las rocas bramaban. Allí, en rojo y negro, amontonados, lustrosos por las filtraciones del agua, estaban los bisontes, enfurecidos o en reposo. Un temblor milenario estremecía la sala. Era como el primer chiquero español, abarrotado de reses bravas pugnando por salir. Ni vaqueros ni mayorales se veían por los muros. Mugían solas, barbadas y terribles bajo aquella oscuridad de siglos.”

Rafael Alberti, La arboleda perdida
(Poeta)



ANÁLISIS

Nos encontramos ante uno de los bisontes de la Cueva de Altamira, localizada a dos kilómetros del municipio de Santillana del Mar en Cantabria. Se trata de una pintura mural que pertenece a la cultura material Magdaleniense (Paleolítico Superior) y está datada en el año 14.000 a. C. Podemos ubicarla dentro del estilo conocido como pintura franco-cantábrica. En ella se representan animales, como bisontes y ciervos en lo que podría ser una especie de ritual propiciatorio para la caza.




En la elaboración del mural, el artista utilizó una combinación de escultura, grabado, dibujo y pintura de manera magistral para dejarnos una obra de gran fuerza y plasticidad. Utilizará colores, negro para los contornos y rojos para el color de los animales, que se obtenían de óxido de hierro o de carbón vegetal mezclados con aglutinantes como grasas animales o resinas y se aplicaban con los dedos o pinceles rudimentarios, otras veces podían ser soplados con un tubo de hueso.


                    


La mayoría de las imágenes tienen un carácter profundamente naturalista, lo que nos habla de la capacidad de observación del hombre del Paleolítico. Existe una claro predominio de la línea sobre el color, sin embargo no son figuras planas, se observa un claro intento de crear perspectivas y volumen a través de diversos recursos, por ejemplo, perspectivas espaciales (perspectivas torcidas) e incluso, se aprovechan los volúmenes y fisuras de las rocas para aumentar el volumen de los cuerpos. Con todo, el resultado son unas representaciones de gran naturalismo.

Hoy en día sigue siendo un misterio para los prehistoriadores definir la función y significado de estas obras, no obstante, la teoría de mayor aceptación sigue siendo la un significado mágico-propiciatorio. Según esta teoría, estas pinturas serían un objeto de culto y veneración hacia los animales representados, que además suponían, la principal fuente de alimento. Además consistirían en un rito que propiciara la caza de los mismos. Las cuevas serían así una especie de santuario místico-religioso donde se establecería una continuidad entre la realidad y la imagen representada, en lo que se ha venido en llamar "magia simpática".


                                        


Técnica

En la elaboración del mural, el artista utilizó una combinación de escultura, grabado, dibujo y pintura de manera magistral para dejarnos una obra de gran fuerza y plasticidad. Escogió relieves y grietas naturales del techo para encajar los bisontes. A continuación grabó con un buril de sílex los contornos y determinadas partes del animal, barbas, pezuñas, ojos, cuernos. Luego, empleando carbón vegetal, dibujó los contornos de las figuras y rellenó de masa negra de carbón la giba, las pezuñas y la parte inferior del torso en una diagonal que bien podría marcar la sombra de su propio cuerpo bajo la luz del día. A continuación, con óxido de hierro natural y ayudándose de la mano o de pieles extendió el color rojo en el cuerpo, rostro y el interior de las patas del bisonte. La acción mecánica producida por le frotado de las manos impregnadas en pigmento rojo dio como resultado el aspecto actual de la pintura, con el poro de la roca relleno de color y el relieve de ésta limpio. En determinados casos también utilizó gamuzas o sus propios dedos para extender sobre la roca el carbón y realizar algunos trazos rojos localizados siempre en las mismas partes del bisonte. El agua de las paredes y techos de la cueva casi siempre húmedas como ocurre en el techo de Altamira actúa como perfecto y único aglutinante del carbón y óxido de hierro adheriendo estos pigmentos a la roca que los absorbe.


                                        



“No hemos inventado nada, después de Altamira todo es decadencia”

Pablo Picasso
(Artista)



DESCUBRIMIENTO

Altamira tiene el privilegio de ser el primer lugar en el mundo en el que se identificó la existencia del Arte Rupestre del Paleolítico superior. Fue también un descubrimiento singular por la calidad, la magnífica conservación y la frescura de sus pigmentos. Su reconocimiento se postergó un cuarto de siglo y su descubrimiento, como todos los grandes hallazgos de la historia, no estuvo exento de polémica siendo muchos los que desde un principio dudaron de la autenticidad de las pinturas. Pero vayamos por el principio.

La entrada a las cuevas fue descubierta en 1876 por el aparcero Modesto Cubillas hombre de campo que trabajaba para un terrateniente de la zona con amplias inquietudes culturales y científicas, Don Marcelino Sanz de Sautuola. Desde su casona próxima a Santillana, Sautuola acostumbraba emprender excursiones recolectando insectos, minerales o fósiles para sus colecciones. Fue también uno de los pioneros en Cantabria de la aún joven ciencia de la Prehistoria, y el primero en excavar varias cuevas de la región.


                                        


En el verano de 1879 accedió a las cuevas acompañado de su hija María de ocho años de edad. Tenía interés en excavar la entrada de la cueva con el objetivo de encontrar algunos restos de huesos y sílex, como los objetos que había visto en la Exposición Universal de París celebrada un año antes. Pero el descubrimiento de las pinturas lo realizó, en realidad, su hija María. Mientras su padre permanecía en la boca de la gruta, la niña se adentró hacia el interior de la cueva hasta llegar a una sala lateral. Allí, sin apenas visibilidad, creyó ver unas manchas sobre el techo hasta que tras acostumbrar sus ojos a la oscuridad fueron tomando forma. ¡Papá, bueyes!, exclamó. ¡Se mueven! El prehistoriador quedó sorprendido al contemplar el grandioso conjunto de pinturas de aquellos extraños animales que cubrían la casi totalidad de la bóveda. Sautuola comprendió sagazmente la importancia del descubrimiento, que expuso en un breve opúsculo publicado en 1880, en el que adscribía acertadamente las pinturas al Paleolítico.

La ciencia “oficial” acogió con algo más que reticencias el descubrimiento y se habló abiertamente de fraude. Emile Cartailhac, una de las figuras más reconocidas del momento en el campo de la Prehistoria, llegó a considerar todo el asunto como un montaje destinado a apoyar las tesis creacionistas. Su autoridad acalló las pocas voces que se alzaron a favor de la autenticidad de Altamira, hasta que en los últimos años del siglo diversos descubrimientos de otras pinturas similares en cuevas francesas, fueron venciendo todas las reticencias. Años más tarde, Cartailhac se vio obligado a rectificar en un artículo publicado en 1902, en el que se reconocía sin ambages «partícipe... de una injusticia que es preciso reconocer y reparar públicamente», aunque el reconocimiento llegaba demasiado tarde para Sautuola, que había fallecido en 1888.


                                        


Desde su descubrimiento por Satuola en 1879 y a pesar de las opiniones en contra y los recelos despertados en aquella época, la Cueva de Altamira es considerada hoy, como la representación artística más importante del Paleolítico Superior, a pesar de la importancia de otras cuevas como la de Lascaux o Chauvet, Altamira es quizá, la mejor muestra de la pintura Magdaleniense y quizá la que mejor representa la capacidad artística del ser humano desde la aparición del Homo Sapiens. La gran calidad artística de sus representaciones, tanto por el naturalismo que expresan, como por los medios utilizados en la representación, le ha valido el título en numerosas ocasiones de "Capilla Sixtina del Paleolítico", y ha sido declarada Patrimonio Artístico de la Humanidad por la UNESCO. 

Altamira fue el nacimiento del arte, quizás el primer santuario de la historia, y en sus paredes el primer artista esbozó un necesidad y una técnica que continuaron miles de años después con la misma necesidad Velázauez, Goya, Picasso o Barceló. En sus bisontes hay algo de nosotros, algo que sentimos todos y compartimos pero que solamente algunos supieron plasmar, algo que dio comienzo a la Historia el Arte.














Aquí puedes escuchar el programa de Ser Historia dedicado a la Cueva de Altamira:



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