OBRA ANALIZADA
CUEVA DE ALTAMIRA
El nacimiento del arte
63.000-14.000
a.C. | Santillana del Mar | Cantabria
(El video está deshabilitado en algunos países, puedes verlo completo aquí: https://www.facebook.com/rcahistoriadelarte/videos/2331975577038831/)
La cueva de Altamira, considerada la Capilla Sixtina del Paleolítico,
es el gran legado del arte rupestre, y sin duda, el hallazgo arqueológico más
importante de la península ibérica. Sus representaciones siguen siendo la
muestra más antigua de arte rupestre y sus famosos bisontes se han convertido
en iconos de la Historia del Arte.
La llamada Capilla Sixtina de la
antigüedad sigue siendo la primera obra de arte de la historia, fuente de
inspiración para muchos artistas y punto de interés para muchos investigadores. Viajaremos al Paleolítico para mostraros
la Cueva de Altamira y fascinarnos con sus bisontes, una serie de pinturas
rupestres que, después de 15.000 años, siguen más vivas que nunca. Analizaremos
sus características principales y recrearemos
la técnica de estos artistas. Aunque la cueva original de Altamira se cerró al
público hace ya unos años para evitar su deterioro, visitaremos la réplica, la
llamada 'Neocueva', y el Museo de Altamira, un centro que recibe anualmente la
visita de 250.000 personas. También recordamos cómo fue el descubrimiento de
las pinturas y su eco hasta nuestros días. Vamos a retrotraernos hasta los
comienzos del arte para reconocer la importancia de esta obra capital y
comprender cómo eran aquellos hombres y mujeres que habitaron esta zona y que
se convirtieron en los primeros artistas de la historia.
INTRODUCCIÓN
Hace aproximadamente 40.000 años,
Cantabria comenzó a ser habitada por individuos de la especie humana a la que
pertenecemos, Homo sapiens sapiens.
Su origen último era el África Oriental, desde donde las poblaciones de esta
especie se expandieron por Europa a lo largo de miles de años. La llegada del Homo sapiens a Europa marca el comienzo
del Paleolítico Superior, periodo cultural caracterizado por las primeras
manifestaciones de un pensamiento complejo y abstracto, entre ellas el arte.
En la cornisa cantábrica,
nuestros antepasados encontraron condiciones muy favorables para desarrollar
sus formas de vida, basadas en la caza y la recolección. El clima era más frío
que el actual, aunque no tanto como en el centro y norte de Europa. La
abundancia y diversidad de la flora y la fauna garantizaban el aporte de
alimentos, y la conformación geológica de la Cordillera Cantábrica favorecía la
existencia de cuevas y abrigos que ofrecían refugio contra los rigores
climáticos.
No es extraño, por tanto, que a
lo largo del Paleolítico Superior las poblaciones de Homo sapiens alcanzasen un alto nivel de ocupación de la zona. Aquí
se encontraron herramientas y útiles que aportan valiosa información sobre las
formas de vida del hombre paleolítico, y una notable colección de pinturas y
grabados constituyen la más temprana manifestación artística de la humanidad.
Un lugar en el tiempo
Uno de los muchos espacios habitados
y decorados por el hombre en la cornisa cantábrica durante el Paleolítico
Superior fue la Cueva de Altamira, situada en el término municipal de
Santillana del Mar (Cantabria).
La Cueva fue ocupada por el
hombre durante dos épocas separadas por una fase de abandono: la inicial
corresponde al periodo Solutrense Superior (18.500 años antes del presente), y
la final al Magdaleniense Inferior (entre 16.500-14.000 años). El espacio de
habitación humana se limitó siempre a la zona inmediata a la entrada, pero en
todo el resto de la Cueva, incluso en la galería más profunda y difícilmente
accesible debido a su estrechez -la Cola de caballo- se han encontrado abundantes
muestras de arte parietal correspondientes a los dos periodos de ocupación. Poco después de su última
ocupación, hacia el 13.000 antes del presente, un derrumbe selló su boca,
impidiendo posteriores utilizaciones y preservando intactas las pinturas durante
miles de años.
“El artista de Altamira ordena el mundo y lo enseña a la comunidad”
NEOCUEVA Y MUSEO DEL
ALTAMIRA
Para conocer -y ante todo
reconocer- una obra de arte no hay nada mejor que trasladarse al lugar de los
hechos para conocer su historia, situarla en el tiempo y el espacio, apreciar
cada detalle y resolver en primera persona las dudas que el arte siempre
plantea. Más aún si se trata, en este caso, de la primera obra de arte de la historia. Estamos
en Santillana del mar, un bello
municipio de la provincia de Cantabria, en busca de la obra maestra del arte
paleolítico. En esta villa el tiempo parece haberse detenido por más de 500
años si a su arquitectura nos referimos pues fue declarada conjunto
histórico-artístico por la excelente conservación de su núcleo urbano de origen
medieval, renacentista y barroco.
A dos kilómetros de la villa se encuentra el Museo Nacional y Centro de Investigación de
Altamira, responsable de conservar y difundir la cueva donde se hallaron
las pinturas rupestres más antiguas y mejor conservadas hasta el momento. Además,
el centro gestiona el Museo de Altamira, con exposiciones didácticas y
actividades divulgativas y la réplica de la cueva original, la Neocueva, que
recibe cada año 250.000 visitas.
Neocueva
Con el fin de que todos los
visitantes de Altamira puedan acceder al conocimiento de sus pinturas en el
mismo contexto en que fueron creadas se ha construido la Neocueva, una réplica
de las partes más interesantes de la cueva original que recrea con precisión
milimétrica texturas, relieves y variaciones de color, en el caso de las
pinturas.
El primer espacio al que
accedemos es el campamento magdaleniense situado en el amplio vestíbulo de entrada, junto a la boca de la cueva. Más
adelante, la excavación arqueológica nos muestra la metodología de
investigación de campo con la que se han obtenido los datos que tenemos sobre
sus habitantes. Veremos, así, cómo la sucesión de estratos permite apreciar dos
fases de ocupación: una durante el Solutrense, a la que se ha atribuido una
antigüedad de 18.500 años, y otra durante el Magdaleniense, hace 14.500 años, y
entre ambas un periodo de abandono revelado por una capa de arcillas estériles.
El recorrido reconstruye también el taller del artista prehistórico donde se
muestran las diferentes técnicas y procesos artísticos que veremos a
continuación en la llamada Sala o Techo
de los Polícromos.
Techo de los polícromos
Se ha dado este nombre al
conjunto de pinturas que cubren el techo de una sala contigua al vestíbulo. En
la Cueva original, antes de que se rebajara el suelo para permitir el acceso a
los visitantes, la altura del techo de esta sala era tan reducida que impedía
estar de pie en ella, por lo que nunca pudo ser utilizada como zona de
habitación, lo que se ha interpretado como posible prueba de su sentido ritual.
La sala de los Policromos fue, en todo caso, utilizada con la misma finalidad artística
en los dos periodos de ocupación de la Cueva.
Del Solutrense data un reducido
grupo de pinturas monocromas en rojo, situadas en la parte más alejada de la
entrada, entre las que pueden distinguirse varios caballos, una cabra, manos en
negativo y otras figuras de difícil identificación. El resto de la decoración del
Techo se ha adscrito al Magdaleniense Inferior, con una antigüedad aproximada
de 14.500 años, y consiste fundamentalmente en una gran manada de bisontes,
junto a los cuales aparecen dos caballos, una gran cierva, tal vez un jabalí, y
una serie de signos llamados "claviformes”, de dudosa interpretación.
Los bisontes aparecen en diversas
actitudes: de pie, tumbados, lamiéndose, bramando, o en movimiento, aportando
al conjunto una enorme naturalidad y, sobre todo, la evidencia de una
composición en la que se integran las diferentes figuras para formar una
escena, algo insólito en la pintura paleolítica, y que constituye una de las
razones por las que el Techo es la gran joya de Altamira, y aun de todo el arte
prehistórico. La otra es la asombrosa perfección de una técnica que combina el
grabado, con el que se definen los contornos y algunos detalles de las figuras,
y la pintura.
A pesar de su nombre, los bisontes "polícromos" de Altamira han sido realizados únicamente con dos pigmentos, negro (carbón vegetal) y rojo (óxidos de hierro como ocre o hematites), pero el tratamiento posterior de las figuras, raspando o diluyendo algunas zonas para conseguir efectos de claroscuro, produce la sensación de una variedad mucho mayor. Si a esto sumamos la sabia utilización del soporte para dar volumen a las figuras entenderemos la enorme plasticidad que desprende el conjunto, y que debió ser aún mayor cuando la frescura de los pigmentos no había sido alterada por catorce mil quinientos años de erosión.
Cola de caballo
Finalmente, se han reproducido en
el último tramo de la Neocueva algunas de las figuras de la Cola de Caballo, la galería más
profunda de la Cueva original, cuya excesiva estrechez la hace inaccesible a
las visitas. El conjunto se ha datado en el Magdaleniense Inferior, hace unos
14.300 años. Aparecen caballos, ciervos y bisontes, así como una serie de
signos abstractos de apariencia reticular conocidos tradicionalmente como
"tectiformes" por su supuesta semejanza con techumbres de cabañas.
Aquí, el aprovechamiento de los relieves de la roca cobra un singular
protagonismo, acentuado por el hecho de que las figuras están trazadas
únicamente en negro, y en algunos casos alcanza cotas de asombrosa
expresividad, como una cabeza de bóvido en visión frontal conseguida con apenas
unos mínimos toques de negro trazados sobre un saliente rocoso para definir los
ojos, cejas y nariz.
Museo y Centro de Investigación
El espacio museístico que se
muestra adyacente a la Neocueva se divide en seis sectores que comprenden todas
las fases por la que pasó Altamira, desde las primeras pruebas encontradas
hasta los últimos descubrimientos llevados a cabo por el Centro de
Investigación. Como introducción a la exposición permanente se ha organizado un
espacio en que se exponen las circunstancias que rodearon el descubrimiento, en
1879, de las pinturas de la Cueva de Altamira. A continuación la visita del Museo
se inicia con un repaso a la investigación de la arqueología prehistórica y la
labor de los prehistoriadores. Los dos siguientes salas nos introducen en
Altamira a través de un recorrido desde la evolución de los homínidos hasta el
Homo Sapiens y cómo sería la vida en aquel tiempo. El arte paleolítico, sus
técnicas y materiales utilizados centran la atención de la última parte del
recorrido donde el visitante puede ver la forma en el que el hombre realizaba
el primer arte de la historia con vídeos, esquemas y réplicas de las obras de
Altamira pero también de otras partes del mundo.
"Estábamos ya en el corazón
de la cueva, en la oquedad pintada más asombrosa del mundo. Parecía que las
rocas bramaban. Allí, en rojo y negro, amontonados, lustrosos por las
filtraciones del agua, estaban los bisontes, enfurecidos o en reposo. Un
temblor milenario estremecía la sala. Era como el primer chiquero español,
abarrotado de reses bravas pugnando por salir. Ni vaqueros ni mayorales se
veían por los muros. Mugían solas, barbadas y terribles bajo aquella oscuridad
de siglos.”
Rafael Alberti, La
arboleda perdida
(Poeta)
(Poeta)
ANÁLISIS
Nos encontramos ante uno de los
bisontes de la Cueva de Altamira, localizada a dos kilómetros del municipio de Santillana
del Mar en Cantabria. Se trata de una pintura mural que pertenece a la cultura
material Magdaleniense (Paleolítico Superior) y está datada en el año 14.000 a.
C. Podemos ubicarla dentro del estilo conocido como pintura franco-cantábrica.
En ella se representan animales, como bisontes y ciervos en lo que podría ser
una especie de ritual propiciatorio para la caza.
En la elaboración del mural, el
artista utilizó una combinación de escultura, grabado, dibujo y pintura de
manera magistral para dejarnos una obra de gran fuerza y plasticidad. Utilizará
colores, negro para los contornos y rojos para el color de los animales, que se
obtenían de óxido de hierro o de carbón vegetal mezclados con aglutinantes como
grasas animales o resinas y se aplicaban con los dedos o pinceles
rudimentarios, otras veces podían ser soplados con un tubo de hueso.
La mayoría de las imágenes tienen
un carácter profundamente naturalista, lo que nos habla de la capacidad de
observación del hombre del Paleolítico. Existe una claro predominio de la línea
sobre el color, sin embargo no son figuras planas, se observa un claro intento
de crear perspectivas y volumen a través de diversos recursos, por ejemplo,
perspectivas espaciales (perspectivas torcidas) e incluso, se aprovechan los
volúmenes y fisuras de las rocas para aumentar el volumen de los cuerpos. Con
todo, el resultado son unas representaciones de gran naturalismo.
Hoy en día sigue siendo un
misterio para los prehistoriadores definir la función y significado de estas
obras, no obstante, la teoría de mayor aceptación sigue siendo la un significado
mágico-propiciatorio. Según esta teoría, estas pinturas serían un objeto de
culto y veneración hacia los animales representados, que además suponían, la
principal fuente de alimento. Además consistirían en un rito que propiciara la
caza de los mismos. Las cuevas serían así una especie de santuario
místico-religioso donde se establecería una continuidad entre la realidad y la
imagen representada, en lo que se ha venido en llamar "magia
simpática".
Técnica
En la elaboración del mural, el
artista utilizó una combinación de escultura, grabado, dibujo y pintura de
manera magistral para dejarnos una obra de gran fuerza y plasticidad. Escogió
relieves y grietas naturales del techo para encajar los bisontes. A
continuación grabó con un buril de sílex los contornos y determinadas partes
del animal, barbas, pezuñas, ojos, cuernos. Luego, empleando carbón vegetal,
dibujó los contornos de las figuras y rellenó de masa negra de carbón la giba,
las pezuñas y la parte inferior del torso en una diagonal que bien podría
marcar la sombra de su propio cuerpo bajo la luz del día. A continuación, con
óxido de hierro natural y ayudándose de la mano o de pieles extendió el color
rojo en el cuerpo, rostro y el interior de las patas del bisonte. La acción
mecánica producida por le frotado de las manos impregnadas en pigmento rojo dio
como resultado el aspecto actual de la pintura, con el poro de la roca relleno
de color y el relieve de ésta limpio. En determinados casos también utilizó
gamuzas o sus propios dedos para extender sobre la roca el carbón y realizar
algunos trazos rojos localizados siempre en las mismas partes del bisonte. El
agua de las paredes y techos de la cueva casi siempre húmedas como ocurre en el
techo de Altamira actúa como perfecto y único aglutinante del carbón y óxido de
hierro adheriendo estos pigmentos a la roca que los absorbe.
“No hemos inventado nada, después de Altamira todo es decadencia”
Pablo Picasso
(Artista)
(Artista)
Altamira tiene el privilegio de
ser el primer lugar en el mundo en el que se identificó la existencia del Arte
Rupestre del Paleolítico superior. Fue también un descubrimiento singular por
la calidad, la magnífica conservación y la frescura de sus pigmentos. Su
reconocimiento se postergó un cuarto de siglo y su descubrimiento, como todos
los grandes hallazgos de la historia, no estuvo exento de polémica siendo
muchos los que desde un principio dudaron de la autenticidad de las pinturas. Pero
vayamos por el principio.
La entrada a las cuevas fue
descubierta en 1876 por el aparcero Modesto Cubillas hombre de campo que
trabajaba para un terrateniente de la zona con amplias inquietudes culturales y
científicas, Don Marcelino Sanz de
Sautuola. Desde su casona próxima a Santillana, Sautuola acostumbraba
emprender excursiones recolectando insectos, minerales o fósiles para sus colecciones.
Fue también uno de los pioneros en Cantabria de la aún joven ciencia de la
Prehistoria, y el primero en excavar varias cuevas de la región.
En el verano de 1879 accedió a
las cuevas acompañado de su hija María de ocho años de edad. Tenía interés en
excavar la entrada de la cueva con el objetivo de encontrar algunos restos de
huesos y sílex, como los objetos que había visto en la Exposición Universal de
París celebrada un año antes. Pero el descubrimiento de las pinturas lo
realizó, en realidad, su hija María. Mientras su padre permanecía en la boca de
la gruta, la niña se adentró hacia el interior de la cueva hasta llegar a una
sala lateral. Allí, sin apenas visibilidad, creyó ver unas manchas sobre el
techo hasta que tras acostumbrar sus ojos a la oscuridad fueron tomando forma. ¡Papá,
bueyes!, exclamó. ¡Se mueven! El prehistoriador quedó sorprendido al contemplar
el grandioso conjunto de pinturas de aquellos extraños animales que cubrían la
casi totalidad de la bóveda. Sautuola comprendió sagazmente la importancia del
descubrimiento, que expuso en un breve opúsculo publicado en 1880, en el que
adscribía acertadamente las pinturas al Paleolítico.
La ciencia “oficial” acogió con
algo más que reticencias el descubrimiento y se habló abiertamente de fraude. Emile
Cartailhac, una de las figuras más reconocidas del momento en el campo de la
Prehistoria, llegó a considerar todo el asunto como un montaje destinado a
apoyar las tesis creacionistas. Su autoridad acalló las pocas voces que se
alzaron a favor de la autenticidad de Altamira, hasta que en los últimos años
del siglo diversos descubrimientos de otras pinturas similares en cuevas
francesas, fueron venciendo todas las reticencias. Años más tarde, Cartailhac
se vio obligado a rectificar en un artículo publicado en 1902, en el que se
reconocía sin ambages «partícipe... de una injusticia que es preciso reconocer y
reparar públicamente», aunque el reconocimiento llegaba demasiado tarde para Sautuola,
que había fallecido en 1888.
Desde su descubrimiento por
Satuola en 1879 y a pesar de las opiniones en contra y los recelos despertados
en aquella época, la Cueva de Altamira es considerada hoy, como la representación artística más importante
del Paleolítico Superior, a pesar de
la importancia de otras cuevas como la de Lascaux o Chauvet, Altamira es quizá,
la mejor muestra de la pintura Magdaleniense y quizá la que mejor representa la
capacidad artística del ser humano desde la aparición del Homo Sapiens. La gran calidad artística de sus representaciones,
tanto por el naturalismo que expresan, como por los medios utilizados en la
representación, le ha valido el título en numerosas ocasiones de "Capilla
Sixtina del Paleolítico", y ha sido declarada Patrimonio Artístico de la
Humanidad por la UNESCO.
Altamira fue el nacimiento del arte, quizás el primer santuario de la historia, y en sus paredes el primer artista esbozó un necesidad y una técnica que continuaron miles de años después con la misma necesidad Velázauez, Goya, Picasso o Barceló. En sus bisontes hay algo de nosotros, algo que sentimos todos y compartimos pero que solamente algunos supieron plasmar, algo que dio comienzo a la Historia el Arte.
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