OBRA ANALIZADA
BISONTE DE ALTAMIRA
14.000 a.C. Santillana del Mar (Cantabria)
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La cueva de Altamira, considerada la Capilla Sixtina del Paleolítico, es el gran legado del arte rupestre, y sin duda, el hallazgo arqueológico más importante de la península ibérica. Sus representaciones siguen siendo la muestra más antigua de arte rupestre y sus famosos bisontes se han convertido en iconos de la Historia del Arte.
La llamada Capilla Sixtina de la antigüedad sigue siendo la primera obra de arte de la historia, fuente de inspiración para muchos artistas y punto de interés para muchos investigadores. Viajaremos al Paleolítico para mostraros la Cueva de Altamira y fascinarnos con sus bisontes, una serie de pinturas rupestres que, después de 15.000 años, siguen más vivas que nunca. Analizaremos sus características principales y recrearemos la técnica de estos artistas. Aunque la cueva original de Altamira se cerró al público hace ya unos años para evitar su deterioro, visitaremos la réplica, la llamada 'Neocueva', y el Museo de Altamira, un centro que recibe anualmente la visita de 250.000 personas. También recordamos cómo fue el descubrimiento de las pinturas y su eco hasta nuestros días. Vamos a retrotraernos hasta los comienzos del arte para reconocer la importancia de esta obra capital y comprender cómo eran aquellos hombres y mujeres que habitaron esta zona y que se convirtieron en los primeros artistas de la historia.
ANÁLISIS
Nos encontramos ante uno de los bisontes de la Cueva de Altamira, localizada a dos kilómetros del municipio de Santillana del Mar en Cantabria. Se trata de una pintura mural que pertenece a la cultura material Magdaleniense (Paleolítico Superior) y está datada en el año 14.000 a. C. Podemos ubicarla dentro del estilo conocido como pintura franco-cantábrica. En ella se representan animales, como bisontes y ciervos en lo que podría ser una especie de ritual propiciatorio para la caza.
En la elaboración del mural, el artista utilizó una combinación de escultura, grabado, dibujo y pintura de manera magistral para dejarnos una obra de gran fuerza y plasticidad. Utilizará colores, negro para los contornos y rojos para el color de los animales, que se obtenían de óxido de hierro o de carbón vegetal mezclados con aglutinantes como grasas animales o resinas y se aplicaban con los dedos o pinceles rudimentarios, otras veces podían ser soplados con un tubo de hueso.
La mayoría de las imágenes tienen un carácter profundamente naturalista, lo que nos habla de la capacidad de observación del hombre del Paleolítico. Existe una claro predominio de la línea sobre el color, sin embargo no son figuras planas, se observa un claro intento de crear perspectivas y volumen a través de diversos recursos, por ejemplo, perspectivas espaciales (perspectivas torcidas) e incluso, se aprovechan los volúmenes y fisuras de las rocas para aumentar el volumen de los cuerpos. Con todo, el resultado son unas representaciones de gran naturalismo.
Hoy en día sigue siendo un misterio para los prehistoriadores definir la función y significado de estas obras, no obstante, la teoría de mayor aceptación sigue siendo la un significado mágico-propiciatorio. Según esta teoría, estas pinturas serían un objeto de culto y veneración hacia los animales representados, que además suponían, la principal fuente de alimento. Además consistirían en un rito que propiciara la caza de los mismos. Las cuevas serían así una especie de santuario místico-religioso donde se establecería una continuidad entre la realidad y la imagen representada, en lo que se ha venido en llamar "magia simpática".
Técnica
En la elaboración del mural, el artista utilizó una combinación de escultura, grabado, dibujo y pintura de manera magistral para dejarnos una obra de gran fuerza y plasticidad. Escogió relieves y grietas naturales del techo para encajar los bisontes. A continuación grabó con un buril de sílex los contornos y determinadas partes del animal, barbas, pezuñas, ojos, cuernos. Luego, empleando carbón vegetal, dibujó los contornos de las figuras y rellenó de masa negra de carbón la giba, las pezuñas y la parte inferior del torso en una diagonal que bien podría marcar la sombra de su propio cuerpo bajo la luz del día. A continuación, con óxido de hierro natural y ayudándose de la mano o de pieles extendió el color rojo en el cuerpo, rostro y el interior de las patas del bisonte. La acción mecánica producida por le frotado de las manos impregnadas en pigmento rojo dio como resultado el aspecto actual de la pintura, con el poro de la roca relleno de color y el relieve de ésta limpio. En determinados casos también utilizó gamuzas o sus propios dedos para extender sobre la roca el carbón y realizar algunos trazos rojos localizados siempre en las mismas partes del bisonte. El agua de las paredes y techos de la cueva casi siempre húmedas como ocurre en el techo de Altamira actúa como perfecto y único aglutinante del carbón y óxido de hierro adheriendo estos pigmentos a la roca que los absorbe.
“No hemos inventado nada, después de Altamira todo es decadencia”
Pablo Picasso
(Artista)
(Artista)
Este artículo pertenece a la publicación ALTAMIRA, El nacimiento del Arte.
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