GRANDES DESCUBRIMIENTOS DEL ARTE
CUEVA DE ALTAMIRA
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La cueva de Altamira, considerada la Capilla Sixtina del Paleolítico, es el gran legado del arte rupestre, y sin duda, el hallazgo arqueológico más importante de la península ibérica. Sus representaciones siguen siendo la muestra más antigua de arte rupestre y sus famosos bisontes se han convertido en iconos de la Historia del Arte.
Altamira tiene el privilegio de
ser el primer lugar en el mundo en el que se identificó la existencia del Arte
Rupestre del Paleolítico superior. Fue también un descubrimiento singular por
la calidad, la magnífica conservación y la frescura de sus pigmentos. Su
reconocimiento se postergó un cuarto de siglo y su descubrimiento, como todos
los grandes hallazgos de la historia, no estuvo exento de polémica siendo
muchos los que desde un principio dudaron de la autenticidad de las pinturas. Pero
vayamos por el principio.
La entrada a las cuevas fue
descubierta en 1876 por el aparcero Modesto Cubillas hombre de campo que
trabajaba para un terrateniente de la zona con amplias inquietudes culturales y
científicas, Don Marcelino Sanz de
Sautuola. Desde su casona próxima a Santillana, Sautuola acostumbraba
emprender excursiones recolectando insectos, minerales o fósiles para sus colecciones.
Fue también uno de los pioneros en Cantabria de la aún joven ciencia de la
Prehistoria, y el primero en excavar varias cuevas de la región.
En el verano de 1879 accedió a
las cuevas acompañado de su hija María de ocho años de edad. Tenía interés en
excavar la entrada de la cueva con el objetivo de encontrar algunos restos de
huesos y sílex, como los objetos que había visto en la Exposición Universal de
París celebrada un año antes. Pero el descubrimiento de las pinturas lo
realizó, en realidad, su hija María. Mientras su padre permanecía en la boca de
la gruta, la niña se adentró hacia el interior de la cueva hasta llegar a una
sala lateral. Allí, sin apenas visibilidad, creyó ver unas manchas sobre el
techo hasta que tras acostumbrar sus ojos a la oscuridad fueron tomando forma. ¡Papá,
bueyes!, exclamó. ¡Se mueven! El prehistoriador quedó sorprendido al contemplar
el grandioso conjunto de pinturas de aquellos extraños animales que cubrían la
casi totalidad de la bóveda. Sautuola comprendió sagazmente la importancia del
descubrimiento, que expuso en un breve opúsculo publicado en 1880, en el que
adscribía acertadamente las pinturas al Paleolítico.
La ciencia “oficial” acogió con
algo más que reticencias el descubrimiento y se habló abiertamente de fraude. Emile
Cartailhac, una de las figuras más reconocidas del momento en el campo de la
Prehistoria, llegó a considerar todo el asunto como un montaje destinado a
apoyar las tesis creacionistas. Su autoridad acalló las pocas voces que se
alzaron a favor de la autenticidad de Altamira, hasta que en los últimos años
del siglo diversos descubrimientos de otras pinturas similares en cuevas
francesas, fueron venciendo todas las reticencias. Años más tarde, Cartailhac
se vio obligado a rectificar en un artículo publicado en 1902, en el que se
reconocía sin ambages «partícipe... de una injusticia que es preciso reconocer y
reparar públicamente», aunque el reconocimiento llegaba demasiado tarde para Sautuola,
que había fallecido en 1888.
Desde su descubrimiento por
Satuola en 1879 y a pesar de las opiniones en contra y los recelos despertados
en aquella época, la Cueva de Altamira es considerada hoy, como la representación artística más importante
del Paleolítico Superior, a pesar de
la importancia de otras cuevas como la de Lascaux o Chauvet, Altamira es quizá,
la mejor muestra de la pintura Magdaleniense y quizá la que mejor representa la
capacidad artística del ser humano desde la aparición del Homo Sapiens. La gran calidad artística de sus representaciones,
tanto por el naturalismo que expresan, como por los medios utilizados en la
representación, le ha valido el título en numerosas ocasiones de "Capilla
Sixtina del Paleolítico", y ha sido declarada Patrimonio Artístico de la
Humanidad por la UNESCO.
Altamira fue el nacimiento del arte, quizás el primer santuario de la historia, y en sus paredes el primer artista esbozó un necesidad y una técnica que continuaron miles de años después con la misma necesidad Velázauez, Goya, Picasso o Barceló. En sus bisontes hay algo de nosotros, algo que sentimos todos y compartimos pero que solamente algunos supieron plasmar, algo que dio comienzo a la Historia el Arte.
Este artículo pertenece a la publicación ALTAMIRA, El nacimiento del Arte.
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