Monográfico | Piratas
MASCARONES DE PROA
EL PODER DE LA BELLEZA EN LOS MARES
“La niña coronada por las
antiguas olas, allí miraba con sus ojos derrotados: sabía que vivimos en una
red remota de tiempo y agua y olas y sonidos y lluvia, sin saber si existimos o
si somos su sueño.”
Pablo Neruda
Los mascarones de proa eran
figuras decorativas utilizadas por los barcos en la antigüedad como medida de
identificación durante sus travesías. Se tallaban en maderas duras, capaces de
resistir las agresiones del mar, sobre la parte superior del tajamar y su
tamaño debía ser suficientemente grande para ser reconocidas a varias millas de
distancia. Por lo tanto, nos encontramos ante tallas de gran tamaño que superan
en ocasiones los 3 metros de altura.
Este elemento decorativo fue
utilizado desde muy antiguo por civilizaciones marineras como fenicios, romanos
y vikingos, pero no sería hasta el siglo XVI y XVII, gracias a la creación de las rutas de comercio
trasatlánticas, cuando la ingeniería naval viviría su auténtica edad dorada.
Naves monumentales, auténticas ciudades flotantes, como el galeón español Santísima Trinidad, el británico Golden Hind o el francés La Couronne se construyeron para
transportar, custodiar e incluso asaltar valiosas mercancías procedentes del
Nuevo Mundo.
Su realización se llevaba a
cabo en los mismos astilleros y talleres donde se construían las naves por
carpinteros y artesanos locales con mayor o menor experiencia, por lo que no
podemos catalogar estas tallas como obras artísticas de primer orden. Sin
embargo, cuando se trataba de lucir y decorar flotas reales o embarcaciones de
algo rango podemos encontrarnos con piezas sorprendentes de cuidado detalle
barroco creadas por escultores especializados. Uno de estos artistas
reconocidos fue el escultor barroco Pierre Puget, quien se hizo famoso por el
alcance, el peso y la expansión de sus diseños para la flota francesa.
Los modelos representados respondían
casi siempre al imaginario mitológico greco-romano o a los escudos militares que
daban identidad y protección –simbólica- a éstas embarcaciones. Así, no es
extraño encontrarnos con leones,
caballos, águilas, retratos de deidades clásicas como Minerva y Neptuno o
bellas sirenas. Con el paso del tiempo los referentes neoclásicos cambiaron y
fueron sustituidos por imágenes más humanizadas de monarcas y militares –o sus
respectivas esposas- hasta perder su función tras la aparición de los navíos de
línea y buques acorazados de los siglos XIX y XX.
Podemos encontrar interesantes
colecciones en museos navales de todo el mundo como Inglaterra, Francia,
España, Estados Unidos o Argentina. Algunas de las más valiosas, por la
cantidad de piezas exhibidas y la calidad de sus tallas, se encuentran en el
Museo marítimo de Brest (Francia), el Mystic Seaport Museum de Conéctica
(Estados Unidos), la Colección Cutty Sark de Londres (Inglaterra) o el Museo
Naval de Salerno (Italia). También son conocidas las colecciones del poeta
Pablo Neruda o el pintor bonaerense Benito Quinquela.
Se tratan todas ellas de obras
artísticas de categoría inferior a las grandes esculturas barrocas y
neoclásicas de la época pero que sin embargo, recogen la iconografía más
popular de un tiempo y un periodo artístico fundamental para el desarrollo de
la Historia del Arte y la cultura occidental.
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