EXPOSICIONES
AUSCHWITZ
No hace mucho. No muy lejos
No hace mucho. No muy lejos
Centro de exposiciones Arte Canal (Madrid)
Por primera vez, casi tres
cuartos de siglo después de la liberación de Auschwitz, se inaugura en Madrid
una exposición monográfica itinerante sobre la historia de ese campo y sus
repercusiones, antes de iniciar su recorrido por ciudades de todo el mundo. Esta
exposición es el resultado de una alianza sin precedentes y visionaria entre la
entidad creadora de la exposición, Musealia, y el Museo Estatal de
Auschwitz-Birkenau. Muchas de las piezas se exponen
por primera vez al público mundial, ofreciendo una historia integral del campo
de exterminio y su contexto. Asimismo, el equipo de comisarios internacionales
de Musealia ha reunido imágenes, secuencias filmadas y objetos procedentes de
60 colecciones públicas y privadas, grandes y pequeñas, incluidas las colecciones
de Yad Vashem, el Holocaust Memorial Museum de Estados Unidos y la Wiener
Library. Con más de 600 objetos originales, 400 imágenes y 100 historias, esta
exposición, Auschwitz: No hace mucho. No
tan lejos., narra una historia para remover la conciencia del mundo.
I - EL ENCUENTRO
“Cuando [los soldados soviéticos] llegaron a la alambrada no nos
saludaron ni sonrieron. Parecían oprimidos, más que por la compasión, por una
cohibición desconcertada que les sellaba los labios y les clavaba los ojos a
aquella escena fúnebre. Era la misma vergüenza (...) Que ji e nte el hombre
justo ante los crímenes cometidos por otros, el remordimiento que producen la
existencia misma de esos crímenes y el que hayan sido introducidos de manera
irrevocable en el mundo de las cosas que existen.”
Primo levi, superviviente de
Auschwitz, La Tregua (Turín, Einaudi, 1963)
Un tiempo y un lugar en los que
la esperanza se convirtió en miedo, y los gobiernos y sus ciudadanos llevaron a
cabo políticas genocidas: el Holocausto o Shoá, Porajmos, Zaglada.
Durante la primera mitad del
siglo XX comenzaron a expresarse; mediante el uso de palabras como «raza», «superior»
o «inferior» aplicadas a los seres humanos; ideas, que serían fundamentales
para la formación de un pensamiento genocida. Esta ideología, representada en
Alemania por el nazismo y en otros puntos de Europa por diversas formas de
fascismo, se empleó para excluir de la sociedad a rivales políticos, sindicalistas,
personas con discapacidad, homosexuales, «elementos antisociales», testigos de
Jehová y romaníes.
En la Polonia ocupada, los
alemanes destruyeron las instituciones estatales y trataron de decapitar la
sociedad civil mediante la eliminación sistemática de las élites políticas,
sociales, religiosas e intelectuales.
Los judíos se convirtieron en un
blanco especial en la Europa sometida a la dominación germana. Mediante lo que
se conoció como «la Solución Final a la cuestión judía», Alemania trató no solo
de matar a todos los judíos sin excepción, sino de borrar de la faz de la
tierra cualquier testimonio de su contribución a la civilización. Auschwitz se
convirtió en un elemento clave de esta Solución Final. Pero, ¿cómo llegó a
ocurrir algo así?, y ¿qué significa hoy para nosotros?
II - ANTES DE AUSCHWITZ
“La situación geográfica única de oshpimn, cruce de caminos entre tres
fronteras: la de austria, la de alemania y la de rusa, la convirtió en punto de
tránsito. Los viajeros judíos disfrutaban siempre de una calurosa bienvenida
por parte de la comunidad judía de la ciudad. Su comportamiento ejemplar hizo
que muchos judíos que no habían nacido allí se sintieran atraídos por
oshpitzin.”
Uri Hanis, antiguo residente
de Oswiezim (1977) (Jerusalem, Oshpitsin Society, 1977)
Judíos y no judíos en la Europa
de antes de la II Guerra Mundial
El proceso de emancipación
política, civil y económica que siguió a la Revolución francesa (1789-1799)
originó la paulatina concesión de los derechos de ciudadanía a la población
judía, primero en Francia y a continuación en el resto de Europa. La importancia
que concedían tradicionalmente a la educación, la desenvoltura intelectual
lograda a través de las discusiones en torno al estudio del Talmud y su
capacidad para lidiar con la incertidumbre prepararon a muchos judíos para
afrontar los retos de la vida moderna. La influencia y el éxito en el campo de
la innovación que lograron enseguida generaron rechazo en la sociedad
cristiana, que en muchos casos los responsabilizó de los problemas surgidos en
torno al capitalismo, la urbanización, la industrialización y la modernidad cultural.
La llegada a Europa de refugiados
judíos que huían de las violentas persecuciones (pogromos) sufridas en Rusia
también causó cierta ansiedad. Las teorías pseudocientíficas que los presentaban
como una raza «semítica», inferior a la «aria», llevaron a muchos ciudadanos
que se declaraban «antisemitas» a defender la existencia de un «problema judío»
que pedía con urgencia una «solución. En respuesta, los judíos propusieron
varias estrategias para hacer frente a los retos del progreso y, al mismo
tiempo, a la discriminación y persecución que sufría su comunidad. Entre ellas cabe
destacar el bundismo (movimiento obrero que propugnaba la autonomía judía en el
seno de las sociedades europeas), el sionismo (que defendía la creación de una
patria judía en Palestina) y la emigración al Nuevo Mundo.
III - AUSCHWITZ
La invasión de la Unión Soviética y el comienzo del Holocausto
En junio de 1941, tras conquistar
la mayor parte de Europa, Hitler puso la mira en el Este. Llevado por su odio
al comunismo y la promesa de un mayor espacio vital que había formulado al
pueblo alemán, lanzó un ataque a la Unión Soviética. La propaganda nazi
presentó aquella guerra como una cruzada ideológica contra los «infrahombres»
soviéticos. La furia destructiva del conflicto bélico fue a irrumpir en el
campo de concentración de Auschwitz, que se extendió de forma espectacular a
fin de albergar a prisioneros de guerra soviéticos en un nuevo recinto
construido en Birkenau. La guerra oriental puso también a más millones de
judíos a merced de los alemanes. Las Einsatzgruppen (unidades móviles de
ejecución) organizadas por el jefe de seguridad Reinhard Heydrich se lanzaron a
matarlos en los territorios recién conquistados.
Llegado el mes de diciembre de
1941, los nazis habían decidido acabar con todos los judíos que quedaban en
Europa como parte de la «Solución Final». El 20 de enero de 1942 los altos
funcionarios alemanes se reunieron en el barrio berlinés de Wannsee a fin de
abordar los detalles. Seis días después de la Conferencia de Wannsee, Himmler
hizo saber al jefe de la Inspección de Campos de Concentración de Oranienburg
que los judíos debían ocupar el lugar de los prisioneros de guerra soviéticos
en sus recintos.
La llegada
Los trenes, que viajaban día y
noche, transportaron a Auschwitz a 1.300.000 judíos, polacos, romaníes y otros
enemigos, reales o imaginarios, del Tercer Reich: habitantes de ciudades y de shtetlej (poblaciones con gran número de
judíos), jóvenes y viejos, pobres y ricos, poetas y mendigos, profesores y
estudiantes, doctores y rabinos, mujeres, hombres y niños.
Entre marzo de 1942 y abril de
1944 estos trenes se detuvieron en el apartadero de la estación de mercancías
de Oswiezim. Aunque algunos de sus ocupantes tenían como destino el recinto
principal, la mayoría acabó en el de Auschwitz-Birkenau, que no dejaba de
crecer. Llegado el mes de mayo de 1944, los trenes pudieron entrar directamente
a este último campo gracias a un nuevo ramal.
Tras abrir las puertas de los
vagones, los Kapos (prisioneros funcionarios) sacaban a los pasajeros sin miramientos.
El equipaje, conformado por enseres domésticos, ropa y baratijas debía quedar
en el andén. Durante el viaje, parientes y amigos seguían estando en compañía,
pero al llegar a esta Rompe (andén) los lazos más profundos se deshacían de
forma metódica.
La vida en el campo de concentración
Las condiciones de vida que se
daban en Auschwitz fueron atroces desde el principio, y lo siguieron siendo
durante toda la historia del recinto principal, el de Auschwitz-Birkenau y el
de sus campos satélites. De las 400.000 personas que entraron en alguno de
ellos en calidad de prisioneros registrados, la mitad murió víctima del hambre,
el frío, las enfermedades, las palizas o los castigos colectivos, cuando no
asesinada con inyecciones de fenol o con gas de cianuro.
Los procesos de selección que se
acometían de manera regular en el recinto determinaban qué reclusos habían
dejado de ser productivos y debían, por lo tanto, ser asesinados. Entre estos
se encontraban todos aquellos a los que sus propios compañeros denominaban
Muselmünner (que suele traducirse como «musulmanes»). Se trataba de personas
demacradas en extremo, enfermas y resignadas que habían visto su identidad
totalmente destruida por los numerosos procesos destinados a borrar la
individualidad que ponía en marcha el campo de concentración: separar-los de
sus seres queridos, desnudarlos, asignarles un número y tatuarlos con él..., y
hacerles sentir los efectos del hambre, el frío, la enfermedad y la violencia
física.
IV - DESPUÉS DE AUSCHWITZ
“Las víctimas no fueron todas judías, pero todos los judíos fueron víctimas.
El sufrimiento no confiere privilegio alguno: todo depende de lo que haga uno
con él. Por eso los supervivientes han intentado enseñar a sus contemporáneos
cómo construir sobre ruinas, cómo inventar la esperanza en un mundo que no
ofrece ninguna, cómo proclamar la fe ante una generación que la ha visto
avergonzada y mutilada, y creo, creemos, que la respuesta, tal vez la única
posible, está en la memoria.”
Ehe Wiesel, superviviente de
Auschwitz (1985) Discurso de Ehe Wiesel al recibir lo Medalla de Oro del
Congreso de los Estados Unidos (1985)
Los supervivientes
Si Auschwitz es, de todos los
campos de concentración alemanes, el que provocó un mayor número de muertos
(1.100.000), tampoco hubo ninguno que lo superase en supervivientes. Antes de
que acabase la guerra se enviaron de sus recintos a otros campos 200.000
prisioneros aproximadamente, a los que hay que sumar los 7.000 que fue-ron
liberados en enero de 1945.
Si bien hubo un número
significativo de estos —sobre todo entre los supervivientes no judíos procedentes
de Polonia— que regresó a su lugar de origen, y en tanto que los pocos romaníes
que habían vivido para contarlo se vie-ron obligados a vivir una vez más en los
márgenes de la sociedad, muchos judíos pudieron comprobar que no tenían ya
hogar alguno al que regresar. Tras un período en los centros de evacuados de
Alemania (llamados también «campos de desplazados»), no fueron pocos los que
acaba-ron en ultramar: en Israel, América, Sudáfrica o Australia. Todos
llevaron con ellos la historia de Auschwitz.
Fuente: Catálogo 'Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos.', 2017
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