lunes, 15 de julio de 2019

Estatua de Zoser | 2620 a.C. | Museo Egipcio de El Cairo | Egipto



OBRA ANALIZADA

ESTATUA DE ZOSER

2620 a.C. | Museo Egipcio de El Cairo | Egipto




Por una feliz coincidencia, el ejemplo más antiguo de escultura real a tamaño natural que ha sobrevivido hasta nosotros es el del primer gran faraón del Reino Antiguo. La estatua de Zoser, con su rostro de piedra y su aura inmortal es una de las más majestuosas del arte egipcio. 




Zoser, o Djeser, fue el primer faraón de la tercera Dinastía y con él dio comienzo el Imperio Antiguo, un periodo de intensa actividad cultural y artística que produjo obras de arte admirables como  esta solemne estatua del faraón. Sus sucesores encargaron otras muchas, pero ninguna, en el transcurso de tres milenios, logró transmitir con igual eficacia la sensación de dominio, fortaleza y poder sobrehumano que aún despierta temor y reverencia en el observador. 

El trono macizo se funde con el cuerpo del faraón en un único bloque cuadrado que cumple las normas estilísticas de la escultura faraónica; la figura está apenas sugerida, velada por el manto del Jubileo ceremonial y rígidamente anclada en una pose que transmite eternidad. El rostro de Djoser, por otra parte, es extremadamente austero y retratado en cada detalle: pómulos altos, labios carnosos y pronunciados, bigote y barba ritual para dar a la expresión una intensidad que los ojos hundidos (originalmente incisos) pretendían realzar. La cabeza está enmarcada pesadamente por los símbolos de su poder: la gruesa peluca tripartita cubierta por un tocado nemes y la barba artificial.

La inscripción en la parte frontal de la base lleva los títulos de Nysut-bity «rey del Alto y el Bajo Egipto»; Nebty «las dos Señoras», es decir, la diosa-cobra Uadjet en el delta y la diosa-buitre Nekhbit de la ciudad meridional de Elkab, encarnaciones de las dos Tierras; y finalmente uno de los nombres de Djoser, Netjerkhet, «su cuerpo es divino».

La estatua se encontraba originalmente en el serdab de la pirámide de Sakkara, una sala en el lado norte del edificio junto al templo funerario, que permitía al difunto ver el mundo exterior a través de una estrecha rendija y, por tanto, estar presente en las ceremonias celebradas en su honor.


                                        



BIBLIOGRAFÍA:

  •          Guía ilustrada del Museo Egipcio de El Cairo, Alessandro Bongioanni y María Sole Croce, White Star, 2006

OTRAS IMÁGENES:


                                        

                                      



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