NECRÓPOLIS DE GIZEH
2570-2515 a.C. | El Cairo | Egipto
Sobre la vasta meseta de Gizeh se yerguen las tres célebres pirámides de los grandes faraones de la IV dinastía del Imperio Antiguo egipcio: Keops, Kefrén y Micerinos. Esta excepcional necrópolis, ubicada a poca distancia de El Cairo, es uno de los conjuntos arquitectónicos más importantes de la historia y la única de las siete maravillas del mundo antiguo que ha llegado hasta nosotros. Las pirámides de Gizeh son un extraordinario ejemplo del poder acumulado y los avances alcanzados por esta civilización desde hace más de 4.500 años, capaz de levantar obras colosales como éstas que desafían al tiempo con una técnica todavía desconocida. La pirámide de Micerinos, al sureste del complejo, es la menor de las tres y la última en construirse pero no por ello es menos interesante. Al contrario, su recubrimiento original de granito rosa la diferenciaba de sus predecesoras y en su interior se llevaron a cabo una serie de innovaciones arquitectónicas que marcaron un patrón a seguir por los siguientes faraones.
Al norte y al sur de Menfis, más de ochenta pirámides crean una cadena continua de 50 km de longitud. Algunas son escalonadas y muchísimas de caras lisas, rodeadas de una miríada de mastabas, es decir, de tumbas en forma de pirámide truncada. Sobre esta serie de monumentos descuellan las pirámides de Gizeh. Casi cinco mil años atrás, la llanura de Gizeh -en la orilla occidental del Nilo (la región de los muertos)- se convirtió en la necrópolis real de Menfis, capital de los faraones de la Dinastía IV. Gizeh se extiende a unos 15 km al oeste de El Cairo y cubre una extensión de 2.000 m². En el lado sudoeste, una escarpadura de 40 metros de desnivel desciende hacia donde un tiempo corría un canal del Nilo, confín entre la tierra fértil y el desierto.
Gizeh es la única de las "siete maravillas del mundo antiguo" que ha llegado hasta nuestros días. Las otras (Faro de Alejandría, Coloso de Rodas, Mausoleo de Halicarnaso, Templo de Artemisa en Éfeso, Estatua de Júpiter Olímpico y Jardines colgantes de Babilonia) han desaparecido, borradas por la obra del hombre y el paso del tiempo. En esta llanura se encuentran las tumbas de tres faraones de la Dinastía IV: las Pirámides de Keops, Kefrén y Micerino, y la estatua de la Esfinge, el "padre del terror". La magia fascinante que emanaba (y emana todavía) de esas piedras, ha causado a lo largo del tiempo una profunda impresión en científicos y arqueólogos, escritores y poetas, pintores y soldados.
Ni siquiera Napoleón pudo substraerse a su seducción. El 21 de julio de 1798, sus tropas se preparaban para enfrentarse a los mamelucos: cuando detrás de las las filas del ejército otomano se perfiló la incierta geometría de las pirámides, Napoleón — señalándolas — se dirigió a sus soldados exclamando "Allez et pensez que du haut de ces monuments quarante siécles vous observent!" ( `;Al ataque! ¡Y piensen que desde lo alto de esos monumentos cuarenta siglos los observan!").
La pirámide de Keops es la más grande de todas las pirámides egipcias y el emblema característico del país, una colosal obra hecha por el hombre convertida en eterna con la que no ha podido el paso del tiempo. Y no solo eso, además es la única de las Siete maravillas del Mundo Antiguo que ha llegado hasta nosotros. Se inició hace más de 4500 años y para su construcción se utilizaron más de dos millones de bloques de piedra. Pero son la técnica y la forma en que fue construida el verdadero enigma que encierra la gran pirámide y que todavía hoy continúa sin resolver.
La pirámide de Kefrén es la segunda de las pirámides de Guizeh y en apariencia la más grande. Su aspecto es inconfundible ya que de las tres famosas pirámides solo ésta mantiene parte de su revestimiento original. Además el complejo funerario de Kefrén es el único que conserva todavía su templo del Valle, el lugar donde se momificaba al faraón antes de emprender su viaje hacia las estrellas.
La pirámide de Micerinos es la tercera de las famosas construcciones levantadas en la meseta de Gizeh y con ella se pone fin a la era de las grandes pirámides. Es la más pequeña de las tres, aun así podría albergar la catedral de León o la torre de Pisa con sus más de 60 metros de altura. Puede parecer menos interesante, pero esta pirámide introduce una serie de elementos arquitectónicos innovadores que la convierten en un monumento único.
La Esfinge de Gizeh es una de las obras arquitectónicas más extraordinarias de la antigüedad y uno de los monumentos más importantes del mundo. A lo largo de la historia de Egipto, las esfinges representaron la fuerza del faraón sobre la tierra, una imagen de poder que se ha convertido en el emblema del país. De todos los ejemplos conservados ninguno ha podido superar a la Gran Esfinge, una colosal escultura de 20 metros de altura erigida en tiempos de la dinastía IV, la época más gloriosa del Imperio Antiguo.
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