viernes, 25 de octubre de 2019

Pirámide de Micerinos | 2532 - 2515 a.C. | El Cairo | Egipto





PIRÁMIDE DE MICERINOS

2532-2515 a.C. | El Cairo | Egipto






La pirámide de Micerinos es la tercera de las famosas construcciones levantadas en la meseta de Gizeh y con ella se pone fin a la era de las grandes pirámides. Es la más pequeña de las tres, aun así podría albergar la catedral de León o la torre de Pisa con sus más de 60 metros de altura. Puede parecer menos interesante, pero esta pirámide introduce una serie de elementos arquitectónicos innovadores que la convierten en un monumento único.




Sobre la vasta meseta de Gizeh se yerguen las tres célebres pirámides de los grandes faraones de la IV dinastía del Imperio Antiguo egipcio: Keops, Kefrén y Micerinos. Esta excepcional necrópolis, ubicada a poca distancia de El Cairo,  es uno de los conjuntos arquitectónicos más importantes de la historia y la única de las siete maravillas del mundo antiguo que ha llegado hasta nosotros. Las pirámides de Gizeh son un extraordinario ejemplo del poder acumulado y los avances alcanzados por esta civilización desde hace más de 4.500 años, capaz de levantar obras colosales como éstas que desafían al tiempo con una técnica todavía desconocida. La pirámide de Micerinos, al sureste del complejo, es la menor de las tres y la última en construirse pero no por ello es menos interesante. Al contrario, su recubrimiento original de granito rosa la diferenciaba de sus predecesoras y en su interior se llevaron a cabo una serie de innovaciones arquitectónicas que marcaron un patrón a seguir por los siguientes faraones.  

Como ocurre con el resto de pirámides egipcias, la de Micerinos formaba parte de un complejo arquitectónico compuesto por un templo funerario, un templo del valle, una calzada procesional y, no siempre, pequeñas pirámides satélite, además de la gran pirámide del faraón que gobernaba todo el recinto. La creencia en la vida de ultratumba fue el eje central de la religión egipcia y desde las primeras dinastías el sepulcro se convirtió en la empresa más importante en la vida del faraón, y en muchos casos por la que sería recordado, de manera que cada edificio proyectado tenía una función específica en el conjunto y nada esta dispuesto al azar. El complejo funerario era la máquina de la resurrección de los antiguos egipcios y cada pieza del mecanismo era fundamental en el proceso de inhumación.


                                        


El faraón Micerinos

Micerinos, traducción helenizada de Menkaure -su nombre original-, es uno de los faraones más misteriosos de Egipto. Gracias a los textos griegos e inscripciones de la época sabemos que fue el cuarto faraón de la IV dinastía del Imperio antiguo, hijo de Kefrén y, a la sazón, nieto de Keops. Las fechas de su reinado son  aproximadas, pero se estima que se inició hacia 2514 a. C. y terminó hacia 2486 a.C.; aparte de esto no se sabe absolutamente nada. Afortunadamente, esta falta de datos se compensa con el gran número de estatuas de Micerinos que han llegado hasta nosotros, pues se trata del faraón de la IV dinastía del que más estatuas se conservan. De entre todas ellas, las triadas encontradas en 1908 bajo las ruinas del templo del valle representan uno de los ejemplos más bellos de escultura egipcia. Estos retratos nos muestran una imagen de fortaleza y juventud, un faraón enérgico y decidido, divino y humano al mismo tiempo.


                                        


La Pirámide

El complejo se apoya en un terreno sin forma y nivelado antes de construir la pirámide, a diferencia de sus dos predecesoras que fueron construidas sobre montículos ya existentes para ahorrar en número de bloques a tallar. El macizo fue construido con bloques de piedra caliza extraídos de la meseta de Guiza,  colocados con una precisión asombrosa en capas horizontales con un tamaño que se estrechan conforme la pirámide gana en altura. En la antigüedad, se la conocía como la pirámide divina y estaba revestida con dieciséis hiladas de granito rosado procedente de las canteras de Asuán, aunque el resto del recubrimiento estaba conformado por bloques de piedra caliza de Tura. Actualmente la pirámide se halla desprovista de casi todo su recubrimiento a excepción de algunas hileras de la base que nos muestra la precisión con la que fueron tallados los bloques.     




La pirámide fue construida aproximadamente entre el 2532 y el 2515 a.C., tiene 63 metros de altura, una base de 105 metros cuadrados y su inclinación es de 51 grados, dimensiones muy cercanas a la pirámide perfecta. Esta pirámide tiene varias peculiaridades. De inicio hay que decir que con ella se cierra el periodo de las grandes pirámides y anuncia cuáles serán los futuros patrones constructivos. Otra especificidad es la estructura interna de la cámara, que será una escuela para las siguientes pirámides. Es un modelo basado en una cámara funeraria rectangular con un pequeño pasillo que da servicio a una sala anexa con varias tiendas. Esta distribución ya se había implementado en Keops, pero Micerinos hará el primer plan interno que será reutilizado por sus sucesores. Además, la calzada real también era diferente a sus antecesoras pues no unía los dos templos del complejo funerario sino que actuaba como muelle.


                                        


El acceso a la pirámide se encuentra en el centro aproximado de la cara norte, muy cerca de la gran brecha producida en el siglo XII. La entrada antecede a un gran pasillo descendente de 32 metros de largo hasta una habitación de 14 por 3,80 metros de largo cuyas paredes están cubiertas con bloques de granito rosa. Anexa a ella se encuentra una antesala de dimensiones más reducidas con las paredes segmentadas. El corredor continúa horizontalmente hasta la cámara funeraria de 6’60 por 2,60 y 3,40 metros de altura proyectada casi en el eje central de la estructura. En el piso de la antecámara se abre una rampa de granito que conduce a otro nuevo corredor horizontal de varios departamentos y finalmente, la cámara del sarcófago donde descansaba el cuerpo del faraón. Por último, un conducto de tan solo 6 metros de largo y de función desconocida se abre por encima del acceso a la antecámara hasta detenerse en un gran bloque de mampostería.


                                        


La entrada a la pirámide estuvo oculta durante mucho tiempo y prácticamente desde el Reino Antiguo se intentó acceder a ella tanto por ladrones y saqueadores como por los propios egipcios en los largos periodos de hambruna que vivió el país a lo largo de su historia. La gran brecha que presenta la pirámide en su cara norte fue abierta en el siglo XII por por el Sultán mameluco Osman I en un intento por acceder al tesoro pero ni él ni sus antecesores -entre ellos, uno de los hijos de Saladino- consiguieron hallar la entrada. No sería hasta el siglo XIX cuando los egiptólogos Howard Vise y John Shae Perring descubrieron la entrada a la pirámide en 1837. Los exploradores británicos se adentraron por la gran galería hasta la cámara funeraria pero lo que allí encontraron no fue lo que esperaban. Sobre los muros de las paredes habían inscripciones árabes lo que denotaba la presencia de furtivos, nadie sabe cuánto tiempo antes que ellos. Del ajuar funerario no quedaba ni rastro, tan solo un sarcófago de basalto en el centro de la sala que conservaba los restos de un faraón que, posteriormente, se reconocieron como los de un rey de época saíta. El sarcófago hallado en la pirámide de Micerinos fue enviado a Inglaerra con el resto de piezas obtenidas en la exploración  y actualmente formaría parte de la colección del Museo Británico si no fuera porque el barco que lo transportaba naufragó bajo una tormenta y nunca llegó a su destino.


                                        


Sarcófago de Micerinos

Una curiosa leyenda vincula al faraón Micerinos con nuestro país, y más concretamente a su sarcófago.  Cuando los exploradores Vise y Perring hallaron el sarcófago en 1837 decidieron enviarlo a Inglaterra para su conservación y posterior estudio pero, en un giro inesperado de la historia, el féretro nunca llegó a su destino. La goleta Beatrice, el barco que transportaba el sarcófago y otras valiosas piezas arqueológicas hasta Londres naufragó en un punto indeterminado frente a las costas de Cartagena llevándose consigo un tesoro de más de cuatro mil años de historia.


                                        



“Este hallazgo único de las pirámides tuvo mala suerte, lo embarcaron para Inglaterra y el buque naufragó frente a las costas de España, a la altura de Cartagena.”

Vicente Blasco Ibáñez, La vuelta al mundo de un novelista, 1924








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