domingo, 20 de octubre de 2019

Gran Esfinge de Gizeh | 2547 - 2521 a.C.| El Cairo | Egipto




EL GUARDIÁN DE LA NECRÓPOLIS

LA GRAN ESFINGE DE GIZEH

2547-2521a.C. | El Cairo | Egipto





La Esfinge de Gizeh es una de las obras arquitectónicas más extraordinarias de la antigüedad y uno de los monumentos más importantes del mundo. A lo largo de la historia de Egipto, las esfinges representaron la fuerza del faraón sobre la tierra, una imagen de poder que se ha convertido en el emblema del país. De todos los ejemplos conservados ninguno ha podido superar a la Gran Esfinge, una colosal escultura de 20 metros de altura erigida en tiempos de la dinastía IV, la época más gloriosa del Imperio Antiguo. 




La Gran Esfinge es una monumental escultura que se encuentra en la necrópolis de Gizeh, a unos veinte kilómetros al sudoeste de El Cairo. Los egiptólogos estiman que fue esculpida hace 4.500 años, formando parte del complejo funerario del faraón Kefrén, durante la dinastía IV de Egipto. Emplazada a escasos 500 metros de las pirámides, junto al templo del valle de Kefrén, la esfinge es un icono internacional del país del Nilo que conforma una estampa visual y paisajística incomparable, un marco atemporal que pocos lugares en el mundo pueden igualar. Por su importancia, impacto y repercusión en la historia, la Esfinge y todo el complejo de Gizeh fue reconocido por la UNESCO como uno de los monumentos más importantes construidos por el hombre y, por ello, patrimonio de toda la humanidad.

Este gigantesco león echado de rostro humano tiene 20 metros de altura por 72 metros de largo, unas dimensiones descomunales que nos demuestran el poder acumulado por esta civilización pero también el alto grado de conocimientos técnicos y arquitectónicos que alcanzaron ya en los primeros estratos de su historia. Su extraordinario cuerpo podría albergar un avión de pasajeros y su cabeza es mas grande que la de la estatua de la libertad. Desde el mismo momento en que fue construída y por más de 2000 años, la Gran Esfinge fue destino de peregrinación tanto para reyes como para ciudadanos que acudían a la planicie de Guiza portando ofrendas y presentando sus respetos a la imponente efigie, la imagen inmortal del poder divino del faraón. A lo largo de los siglos, el paso del tiempo y la erosión del viento desfiguraron su cuerpo y su enigmático rostro hasta ser cubierta casi por completo por la arena del desierto. Durante mucho tiempo la gran efigie fue temida por la población árabe que ocupó el territorio a partir del siglo VII y que rechazaba cualquier obra anterior su llegada hasta el punto de ser llamada por los lugareños como Abu el-Hol, el «Padre del Terror».


                                        


La imagen de reyes y dioses 

Cuerpo de león y cabeza humana. Este extraño ser híbrido, al que conocemos con el término de esfinge, de origen griego, es uno de los más llamativos del arte egipcio. Los antiguos egipcios lo denominaban Shesep-ankh, «imagen viviente», nombre que daban a las estatuas reales. Simbolizaba la idea de fuerza y poder, y generalmente se representaba al faraón bajo esta forma. En Egipto, desde tiempos predinásticos y posiblemente antes, la figura del león se asoció a los jefes tribales y más tarde a los faraones. El rey era el guardián y protector de su pueblo que conducía victorioso al combate contra sus enemigos. Es por ello natural que, en el pensamiento de aquellos pueblos primitivos, la figura de este vigoroso y bello animal fuera asimilada al monarca. Por sus características, los egipcios imaginaron el león como un poderoso guardián, y por el lo se lo representaba en amuletos, muebles y también en las puertas de los templos. Habitualmente las esfinges están en actitud yacente con las patas delanteras extendidas, pero también se las puede encontrar representadas andando sobre sus cuatro patas o, más raramente, sentadas. Exísten también esfinges en actitud oferente, cuyas patas delanteras se sustituyen por antebrazos y manos humanas que sostienen vasos como ofrenda.


                                        


Las primeras representaciones de esfinges con forma de león y cabeza humana datan de mediados del III milenio a.C. y corresponden a los faraones Didufri, hijo y sucesor de Keops, y a la esposa y medio hermana de Didufri, la princesa Hetepheres II, todos ellos pertenecientes de la dinastía IV. En tiempos del Imperio Medio es cuando estas imágenes aparecen con más profusión. Las esfinges descubiertas en Tanis de  Amenemhat III, faraón de la Dinastía XII, son un buen ejemplo y ofrecen la particularidad de que se añaden también la melena y las orejas de león.




Desde inicios del Imperio Nuevo aparecen esfinges más desarrolladas, con los rasgos de animal más suavizados, con nuevos tocados y suntuosos adornos esculpidos. Incluso se pueden encontrar algunas con alas plegadas o el cuerpo cubierto de plumas, seguramente en relación con el dios halcón Horus. Por la gran cantidad y variedad de representaciones halladas, la figura de la esfinge alcanzan su apogeo a mediados de la dinastía XVIII, la época más gloriosa del Imperio Nuevo. Ahora la esfinge se identifica con el dios Amón-Ra, lo que da lugar a una nueva esfinge con cuerpo de león y cabeza de carnero, el animal sagrado de Amón. Más tarde, en época grecorromana, desde el siglo IV a.C., la iconografía de la esfinge se enriquece con la de tipo griego, normalmente femenina y casi siempre con alas, aunque con un simbolismo completamente distinto.


                                        


Pero la más sobresaliente de todas estas representaciones es la Gran Esfinge de Gizeh, construida por el faraón Kefrén en el siglo XXVI a.C., hace 4.500 años. La Gran Esfinge es un caso único en toda la historia de Egipto tanto por sus grandiosas proporciones como por la forma en que fue construida aprovechando un elemento rocoso natural de cantera de la meseta que fue tallado y esculpido hasta conseguir darle la forma de un gigantesco león yacente con la cabeza del rey.

Tallada en la roca 

La Gran Esfinge está situada al pie de la meseta de Guiza, junto al inicio de la calzada ascendente que conduce a la pirámide de Kefrén; se encuentra en el centro del amplio rectángulo que formaba la cantera de donde se extrajo la piedra para la pirámide ele Keops. Los antiguos canteros dejaron un pequeño montículo de roca natural en el que el sucesor de Keops, Kefrén, hizo tallar la Esfinge, incorporándola a su propio complejo funerario. La roca de la Esfinge está formada principalmente por dos estratos: uno de color oscuro y de dureza mayor, con el que se talló la cabeza, y otro más claro y blando que corresponde al cuello y el cuerpo del león, algo desproporcionado comparado con otras esfinges.


                                        


La Esfinge mide 20 metros de altura y algo más de 73 de longitud. La cabeza de más de 4 metros de alto y 10 de ancho se esculpió directamente sobre la roca; en cambio, para dar la forma requerida al cuerpo, las patas y la cola del animal, el montículo originario se revistió con cientos de bloques de piedra caliza de distinto tamaño que se han ido restaurando con mayor o menor fortuna desde tiempos faraónicos. Por ejemplo, el estilo de los fragmentos tos de la barba de la Esfinge que se conservan en el Museo de El Cairo y el Museo Británico indican que la barba se añadió durante la dinastía XVIII, y es dudoso que la tuviera en su origen.




La imagen actual que muestra la esfinge es totalmente diferente al aspecto que presentaba en su tiempo, policromada por completo, plagada de detalles y con adornos muy elaborados. En efecto, la gran esfinge estuvo recubierta en su origen de vivos colores y todavía hoy se aprecian restos de pigmentación en algunas partes del rostro y el tocado del faraón. Debió de ser una visión extraordinaria para un egipcio del momento ver una representación colosal del faraón tallada en la roca de la meseta de Gizeh.

La Gran Esfinge está orientada hacia el sol naciente. Frente a ella, a unos pocos pasos, se erigió un santuario alineado con el templo del valle de la pirámide de Kefrén. Ambos templos tienen dos puertas, una al sur y otra al norte, y en su construcción se emplearon grandes bloques de piedra caliza extraídos de Gizeh; algunos bloques del templo próximo a la Esfinge triplican en tamaño a los utilizados en la Gran Pirámide. El exterior y el interior de ambos templos se revistió con bloques de granito rosado de Asuán. Probablemente este templo fue erigido para las ceremonias del jubileo del faraón, o bien fue dedicado directamente a la Esfinge. Lamentablemente no tenemos casi ninguna noticia sobre el mismo, y ningún texto nos ilumina al respecto.


                                        


Horus en el horizonte 

Desde el Imperio Medio el simbolismo de la esfinge parece resurgir y ya en el Imperio Nuevo es costumbre que la realeza visite a la Gran Esfinge para honrarla como protectora y guardiana del desierto. En los textos de estas estelas de inicios del Imperio Nuevo se menciona a la Esfinge por primera vez como Hor-em-ajet, «Horus en el horizonte», el dios que los griegos llamaron Harmaquis. Amenhotep II, su hijo Tutmosis IV, Seti I, y más tarde, algunos emperadores romanos dejaron su impronta en ella como señal de respeto ya fuera a modo de restauración, templo adjunto o estela conmemorativa. Con el tiempo, la Esfinge quedó cubierta de nuevo por las arenas del desierto, a excepción de la cabeza. Desde entonces, viajeros, escritores, poetas y artistas dejaron volar su imaginación en torno a la enigmática escultura, mientras los egiptólogos intentaban desentrañar quien la esculpió, cuál fue su significado y qué función desempeñó a lo largo de la historia de Egipto.




Restauración

En el siglo XX se llevaron a cabo trabajos de restauración y consolidación del revestimiento desde el año 1925, con resultados poco satisfactorios por las técnicas y materiales empleados, con posteriores intervenciones en 1980 y 1992. En el siglo XXI se prosiguió la restauración de los desperfectos originados por la erosión.

La Estela del Sueño

En 1818 se encontró entre las patas de la Esfinge una gran estela de granito erigida mil años después, en tiempos de Tutmósis IV (1412-1402 a.C.), conocida como la Estela del sueño. En ella se narra un suceso extraordinario ocurrido en la vida del faraón y que motivó su ascenso al poder. Tras una jornada de caza, el joven faraón se sentó a descansar a la sombra de la Esfinge hasta quedar profundamente dormido. En sueños, la Esfinge le habló y le prometió que si la liberaba de la arena que la cubría le haría rey de Egipto. Según la estela, Tutmosis apartó la arena y fue coronado faraón. Los egiptólogos consideran que el texto es tan solo una justificación de su llegada al trono y que tan solo se trata de una estela conmemorativa de la restauración de la Esfinge. Pero lo más importante de la estela es que incluye algunos símbolos del nombre de Kefrén que son para la mayoría de expertos la prueba de que la Esfinge fue construida por este faraón.


                                        


“Muchas personas han intentado revelar el misterio de la Gran Esfinge pero yo siempre digo que el misterio de la Esfinge no se resolverá jamás y que perdurará eternamente.”

Zahi Hawass (Egiptólogo)








El perfil enigmático y al mismo tiempo majestuoso de la gran Esfinge, desgastada a lo largo de los milenios por la arena y el viento, representa todavía el misterioso símbolo del Egipto antiguo y moderno. Cuatro milenios después de su construcción la Gran Esfinge continúa siendo una obra arquitectónica única el mundo, la protectora y guardiana de las grandes pirámides y quien sabe si de los secretos del Antiguo Egipto.





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