lunes, 15 de octubre de 2018

Museos | Cuevas y Museo de las brujas de Zugarramurdi



MUSEOS

CUEVAS Y MUSEO DE LAS BRUJAS DE ZUGARRAMURDI

Pamplona


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En el Pirineo occidental, superado el valle de Baztán y a escasa distancia de la frontera con Francia, se encuentra Zugarramurdi, un lugar marcado por la tragedia. Es conocido como el pueblo de las brujas, donde la fantasía y la realidad se mezclan en la imaginación y ofrecen al viajero un inquietante viaje al pasado. Un viaje a un tiempo de superstición y miedo. Un viaje al tiempo de las brujas.


El aker, la figura del carnero, estuvo siempre asociado al diablo y, por tanto, a la brujería


España siempre fue un país prolífico en cuanto a leyendas y mitos populares, historias que transmitidas de generación en generación  asociaban sucesos locales con viejas supersticiones del folklore local. Estos relatos, repletos de invenciones, ocurrencias y datos cada vez más exagerados, dieron lugar a toda clase de criaturas fantásticas y extraños personajes que aterrorizaban a las pobres gentes de aldeas y villas. De este modo, dragones, demonios, vampiros, fantasmas o brujas fueron la causa durante siglos de cualquier mal no resuelto por las leyes vigentes. Las brujas estuvieron muy presente en la historia de nuestro país, sobre todo a partir del siglo XVII cuando, en una España sumida en la pobreza, analfabeta y profundamente religiosa, se acusó de las malas cosechas, los abortos y el envenenamiento del ganado a perversas hechiceras que confabulaban con el diablo de manera que, en un colapso de fervor religioso e histeria colectiva,  se propagaron las acusaciones de brujería contra miles de mujeres y niñas inocentes. Muchas de ellas fueron objeto de persecuciones, juicios sin sentido y ejecuciones públicas llevadas a cabo por la Inquisición española dando paso a uno de los episodios más oscuros de la historia de España. Un tiempo oscuro y casi para olvidar que dejó marcadas algunas poblaciones como la que nos ocupa en esta ocasión, un pequeño pueblo de la frontera con Francia donde fueron condenadas a la hoguera más de sesenta personas acusadas de brujería.


“A la hechicera no la dejarás que viva...”

Éxodo, 3, 22



                                        


La aldea de las brujas

Nuestro viaje pone rumbo al norte, muy al norte, a un destino cuyo pasado corresponde a una de las páginas más oscuras de la historia de España. Zugarramurdi, en la comunidad de Navarra, es un pequeño pueblo de poco más de 200 habitantes enclavado en el Pirineo occidental, rozando la frontera con Francia. Sus calles y caseríos blancos contrastan con la inagotable paleta de verdes que colorean su entorno. Un lugar hoy apacible pero que guarda sin embargo un pasado espeluznante y repleto de leyendas.

Dicen que todavía en estos pueblos embrujados se oyen las voces del diablo. Que en estas tierras húmedas y escurridizas persiste un estado de ánimo un tanto especial. Desde los primeros tiempos los habitantes de esta región estuvieron muy ligados a la tierra, a sus ritos y a sus costumbres, una cultura que se desarrolló durante siglos y continuó de forma clandestina con la llegada del cristianismo. Hoy en día se ha convertido en folklore pero hubo un tiempo en que estas prácticas fueron motivo de pena capital.

De modo que si observamos en las puertas de las viejas casonas una flor de cardo, no debemos extrañarnos. Aquí la superstición y las antiguas tradiciones permanecen vivas y todavía se cree que el heguzkilorre, la flor del sol,  sirve como hace siglos para espantar los malos espíritus. Y es que Navarra tiene un pasado embrujado. Porque la brujería fue aquí un fenómeno social de gran trascendencia durante los siglos XVI y XVII. Zugarramurdi fue el foco más importante de esta epidemia brujeril y en la actualidad son varios los lugares en la aldea donde se recuerda su historia.


                                        



“...Y digo que son frías –las unturas- que nos privan de todos los sentimientos en untándolos con ellas, y quedamos tendidas y desnudas en el suelo, y entonces dicen que en la fantasía pasamos todo aquello que nos parece pasar verdaderamente.”

La Cañizares, bruja cervantina. El coloquio de los perros, 1613. Miguel de Cervantes




                                        



“Lo que aquellos señores perseguían solo existía en su mente, del mismo modo que los gigantes solo existían en la mente de Don Quijote.”

Mikel Azurmendi. Autor de 'Las Brujasw de Zugarramurdi. La historia del aquelarre y la inquisición'



Cuevas de Zugarramurdi

En el viejo camino del oeste, cerca del casco urbano, se encuentra el lugar más visitado del pueblo, las cuevas de Zugarramurdi. Se trata de un conjunto natural de impresionante belleza formado por grandes grutas rocosas, cascadas, frondosos árboles y caminos estrechos. El arroyo Orabidea, que según su denominación en euskera "Infernuko erreka" nace en el mismo infierno, ha excavado durante millones de años un túnel natural de dimensiones gigantescas al paso de uno de sus afluentes, la regata del infierno.


Partes del recorrido de las cuevas de Zugarramurdi


La visita comienza tras rebasar la entrada principal del recinto. La vegetación es salvaje y exuberante. Un camino de hayas, robles, castaños y pinos nos hace descender hasta el ‘Puente del Diablo’ y cruzar la regata del infierno, el riachuelo de aguas cristalinas que dio forma a las cuevas. Este lado de la regata está lleno de cavidades rocosas que sirvieron durante los siglos XVIII y XIX como escondite de bandoleros y alijos de contrabando. El paisaje es completamente bucólico y da pie a que la imaginación vuele sin control entre sus hojas. No es difícil imaginar que existieron brujas aquí.


                                        


Y llegamos a la Gran Cueva, el lugar más conocido de Zugarramurdi y el centro neurálgico de su historia negra. Este impresionante túnel kárstico de 120 metros de largo, con alturas de hasta 12 metros y dos galerías elevadas, es el escenario donde la leyenda sitúa la celebración de los aquelarres, las fiestas rituales que la Inquisición juzgó como culto demoníaco. Pero nada de eso ocurrió. O sí. Lo cierto es que desde tiempos muy remotos, los habitantes de Zugarramurdi sí realizaban aquí sus fiestas en honor a dioses paganos, pero no al diablo como afirmaba la Iglesia sino a divinidades asociadas a la tierra y la naturaleza, -como la gran diosa madre Ama Lur- y continuaron clandestinamente a espaldas del catolicismo. Estas celebraciones podían incluir la ingesta de comida, alcohol, alucinógenos y prácticas sexuales que se alargaban durante días y su revelación accidental fue lo que desató el conflicto.


                                        


La bóveda y amplitud de la cueva nos da una impresión de la gran cantidad de personas que pudo acoger en su interior durante estos aquelarres. Las paredes muestran la erosión del agua dividiendo la cueva en varios niveles de profundidad, creando formas fantasmagóricas y juegos de luces que a la luz de las hogueras y debidamente sugestionado, podrían haber convertido esta gruta en un lugar completamente mágico, un lugar sagrado para acceder a la divinidad.


Bóveda principal de la gran cueva de Zugarramurdi


El Aquelarre

La esencia del delito llamado crimen magiae, que llevaría a miles de personas a la hoguera, era la asistencia al Sabbat o aquelarre. Los aquellares eran, según manifestaron las brujas, reuniones macabras y obscenas, presididas por una figura diabólica mitad hombre mitad macho cabrío, donde nuevos y viejos brujos juraban hacer el mal y se sumergían en una desenfrenada fiesta de sexo, comida y baile. 


                                        


El camino nos devuelve al río y nos conduce hasta una explanada en el claro del bosque. Aquí  se encuentran los hornos de cal construidos en el siglo XVIII y otra cavidad rocosa llamada la ‘pequeña cueva’ donde se hallaron restos paleolíticos humanos y de animales.

Como si de un ciclo vital, rito de paso o un camino de aprendizaje se tratara, el recorrido finaliza donde comienza el mito. Tras cruzar de nuevo el río, el camino asciende hasta una extensión de hierba verde llamada por los habitantes en lengua vascuence ‘akel-arre’ -‘el prado del macho cabrío’-, nombre con el que la Inquisición española denominó al conjunto de estas prácticas diabólicas y que ha terminado por representar cualquier reunión de brujas. Por último, a la derecha del camino frente al prado se abre la ‘Cueva del Akelarre’ donde según los inquisidores se hacían los pactos con el diablo que tomaba forma de carnero y se cocinaban los niños no bautizados en el interior de una gran hoya. En esta cueva termina una visita cultural llena de historia pero sobre todo de naturaleza y de paisajes únicos. Aquí es donde termina la historia y comienza la leyenda.


                                        



“A veces parece asimismo que hay miedo a la memoria y que la fidelidad al recuerdo es algo que asusta...”

Julio Caro Baroja



Folleto informativo:


                    



Museo de la brujería

Junto a las famosas cuevas, otro de los espacios que recuerdan la persecución sufrida en esta aldea es el Museo de las Brujas de Zugarramurdi. Inaugurado en 2007 y alojado en el antiguo hospital de la localidad, este museo aborda todas las cuestiones relacionadas con el mundo de la brujería a la vez que retrata la sociedad navarra del siglo XVII.


                                        


La historia ha querido que la memoria de Zugarramurdi quede para siempre unida al proceso de la Inquisición por el que en 1610 una treintena de personas naturales de esta localidad fueran ajusticiadas de manera despiadada. Son diversos los argumentos que tratan de esclarecer aquellos hechos; por un lado, el aislamiento del norte de Navarra favoreció la conservación de teorías de adoración al diablo y de remedios naturales que quizás se confundieron con brujería; por otro lado, las luchas entre familias y rencillas vecinales favorecieron envidias que provocaron numerosas acusaciones falsas. Para arrojar luz a todo este trágico acontecimiento las siguientes salas presentan un recorrido por la comarca de Xareta a través de su historia, sus costumbres y sus mitos.


Túnicas fantasmagóricas de los inquisidores del Santo Oficio en el siglo XVII


n la primera planta se recrea la forma de vida de Zugrramurdi durante el siglo XVII y el proceso inquisitorial gracias a proyecciones  audiovisuales, atractivas escenografías y pantallas interactivas. Descubrimos el nacimiento del mito con María Ximilegui que, tras su llegada a Zugarramurdi, participó en los aquelarres y más tarde se arrepintió confesando de lo que cada noche allí acontecía. Así comenzó la mayor cacería de brujas de España.

La sala más importante y razón de ser del museo es el bosque simbólico donde aparecen escritos los nombres de todas las víctimas. Se recrean las vestimentas de los inquisidores, las jaulas donde los acusados fueron transportados hasta Logroño y algunos instrumentos de tortura empleados en los interrogatorios.


                                        


1609-1614. El Proceso

Las historias de brujas llegaron a oídos del Santo Oficio. Tras su visita a la zona, los inquisidores Juan del Valle Alvarado y Alonso Becerra creyeron haber encontrado una secta de brujos. Su trabajo culminó en el Auto de Fé de Logroño de 1610 con la quema de 11 personas y diversos castigos a otras 42 más. Tras el Auto, se generó tal histeria colectiva que el norte de Navarra se llenó de brujas y embrujados. Para frenar el revuelo, el escéptico inquisidor Alonso de Salazar y Frías viajó a la zona con 1802 confesiones de brujería y más de 5.000 nombres. Quedaban por delante tres años del mayor proceso de brujería que conoce la historia.

Puede verse también cómo vestían aquellas mujeres sanadoras, conocidas como sorgin o sorginas, así como el interior de una casa común y los utensilios y remedios naturales que usaban para curar todo tipo de males de la época.


                                        


La segunda planta acoge la mitología, la sociedad matriarcal y la figura de la hechicera –sorgin- presentes en Navarra desde los primeros documentos aparecidos hasta los últimos estudios realizados por el historiador José Miguel de Barandiarán. A través de exposiciones y audiovisuales, el museo expone la sabiduría ancestral que poseían las mujeres de antaño, que usaban el poder de la naturaleza para aplicar remedios a enfermedades.




“En el aprecio que los antiguos vascos tuvieron a la mujer influyó probablemente el papel preminente que ésta desempeñara en varios aspectos importantes de la vida familiar. (...) Ella dirigía las funciones del culto doméstico, lo cual elevaba su dignidad y prestigio que, a su vez, favorecían la situación social y política de la mujer.”

José Miguel de Barandiarán. Mitología vasca



Cae la noche en Zugarramurdi y nosotros nos retiramos con algunas respuestas y muchas más preguntas, pero sobretodo con la idea de cómo la superstición, el aislacionismo y el fervor religioso es capaz de convertir a la razón humana en una pesadilla de monstruos goyescos.



Ilustración de una típica bruja anglosajona del siglo XVIII



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