martes, 22 de agosto de 2017

Mitos y leyendas | Aghori, la carne de Shiva






MITOS Y LEYENDAS

AGHORI

LA CARNE DE SHIVA




Temidos en toda la India, los  shudas Aghori de Varanasi, viven en crematorios, a la orilla del río Ganges, donde buscan iluminación espiritual entre pilas de cadáveres. Son brujos para algunos y sanadores para otros, pero si por algo se les teme es por su práctica de comer carne humana.




Benarés o Varanasi es una de las siete ciudades santas del hinduismo en el estado de Uttar Pradesh, al que acuden miles de peregrinos cada año para purificarse en sus aguas. En esta pequeña urbe de la India, la vida y la muerte se concilian de forma natural, la vitalidad de sus gentes y el color de sus prendas contrastan con las cremaciones de los cuerpos de hindús que son incinerados y arrojados al agua del Ganges, el río sagrado de la religión hindú.

Lo que puede parecernos un macabro ritual es aquí, en Bearés, un acto lleno de misticismo y espiritualidad resultado de una profusa fe y sistema de creencias. Ser incinerado y que las cenizas sean arrojadas al Ganges es el mejor final que un hindú puede desear.

Los crematorios donde se llevan a cabo estos ritos funerarios están emplazados al margen del bullicio local, fuera de las rutas turísticas. Son lugares donde reina la muerte y la enfermedad se respira en el aire, pero el humo y las cenizas que aquí se desprenden son también parte de Benarés e incluso, para algunas comunidades religiosas, un núcleo de vida regeneradora, como es el caso de los shudas Aghori.




Aunque se ubican por toda la India, Nepal y el Sudeste de Asia, aquí en Benarés, no resulta complicado ver a los monjes Aghori. Se trata de una secta o tribu hindú muy respetada en las zonas rurales porque se les supone el poder de curar todo tipo de enfermedades gracias a sus oscuras prácticas religiosas.

Son fáciles de reconocer ya que suelen ir desnudos o vistiendo el sudario de algún fallecido, y embadurnados con las cenizas de las cremaciones, que según dicen les protege de enfermedades. Se les distingue, además, por llevar siempre consigo  una calavera humana que utilizan a modo de cuenco para comer y beber.

"Como discípulo de un Aghori no hay nada en el mundo que debería odiar. Si estoy lleno con disgusto y odio cómo puedo meditar? Comparto mi comida con perros. Si me preocupara sobre estas cosas no podría hacer mi meditación", confiesa el aghori.


                                        

Estos monjes ascetas se caracterizan por alcanzar la iluminación espiritual a través de la meditación y la práctica de rituales carentes de cualquier tabú. Estas acciones servirían para eliminar todo germen negativo como parte de un ciclo constante de muerte y renacimiento reflejado en un estilo de vida ausente de sentimientos, un estado psico-espiritual en el que no hay discriminación o aversión o miedo contra nada o nadie.

El lugar donde creman a los muertos es su sitio de meditación. Para los hindús este sitio es un lugar habitado por fantasmas y espíritus malignos, pero para los Aghori no. Ellos creen que dios está en todos lados y para ellos todo es sagrado.

Los Aghori son seguidores del dios Shiva y a la diosa Kali y como el resto de devotos creen en la reencarnación y en el Nirvana a través de la meditación y el yoga. Pero al contrario que el hinduismo, su transición hacia la iluminación pasa por alterar deliberadamente su estado de conciencia consumiendo alcohol, sustancias psicotrópicas y continuando antiguos rituales hoy prohibidos.



El estado mental de los Aghori les lleva a no hacer distinción entre todo lo material de manera que para ellos nada es sagrado ni profano, sino que todo es materia que se reconvierte, incluso la carne humana. Es por ello que esta secta ha sido tachada de seguir conductas caníbales, aberrantes para la civilización occidental y lo cierto es que tienen razón. Según la tradición ancestral de los Aghori el camino por excelencia hacia la iluminación se encuentra a través del tabú definitivo, comer un cadáver humano.

Este ritual solamente se llevaría a cabo una o dos veces en la vida como un acto de purificación extrema por lo que no se les debería clasificar como una comunidad caníbal sino, más concretamente, como practicantes ocasionales del necro-canibalismo. Esto quiere decir que los aghori no matan para comer carne humana sino que consumen la de personas ya fallecidas.

Para ellos, un cadáver no es más que materia orgánica que carece de la fuerza vital que alguna vez tuvo. Con el consumo de carne humana, intentan demostrar que nada es profano ni está separado de Dios y que la materia muerta simplemente pasa de un estado a otro.


                    

Hoy en día para superar su aversión a la muerte y la podredumbre los santones aghori viven en los crematorios, vistes sudarios funerarios y beben de calaveras humanas. Mantienen los templos crematorios dedicados a Shiva, el primer Aghori, y atienden el fuego sagrado. Este fuego al que llaman Duni, es el último eslabón que vincula a los Aghori actuales con su pasado necrófago.

El canibalismo está prohibido en todo el país y éstas prácticas no se reconocen oficialmente en sus seguidores, para los cuales la antigua tradición de comer carne humana les produce tanto horror como a cualquier occidental.  Sin embargo, su ritual más antiguo no parece ser  enteramente cosa del pasado y hace algunos años un canal estadounidense consiguió grabar furtivamente como esta práctica continuaba en algunos lugares de la cuenca del Ganges. El reportaje mostraba la cara más oscura de Benarés y produjo una gran convulsión en la audiencia estadounidense cuando el periodista, al final del ritual,  era obligado a comer parte de un cadáver humano después de ser amenazado por el aghori con cortarle la cabeza si no accedía a sus órdenes.



El margen que existía hasta entonces entre la verdad y la ficción sobre esta secta parece haberse diluido todavía más desde la emisión de aquel reportaje dejando en el aire un gran número de preguntas sobre la veracidad y prolongación de estos rituales. En la India, a día de hoy, este hecho no deja de ser uno más de los misterios que esconde la milenaria ciudad de  Benarés acertadamente descrita por Mark Twain como: “más antigua que la Historia, más antigua que las tradiciones y más vieja incluso que las leyendas“.




Por último, os dejamos una bellísima serie fotográfica sobre los Sudhas indios realizada por el artista Cristiano Ostinelli.


                                                            

                                                            






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