miércoles, 4 de octubre de 2017

Historia de la Animación | Hanna-Barbera


HISTORIA DE LA ANIMACIÓN  |  CAPÍTULO   6




HANNA-BARBERA

La animación en serie






Los Picapiedra, El oso Yogui, Don Gato, Scooby-Doo… imágenes de la cultura pop, todas ellas, series excepcionales y, todas ellas, procedentes de los estudios Hanna-Barbera, la productora de series de animación más importante de la historia.





Tras el cierre repentino en 1957 de los estudios de animación de la Metro-Goldwing-Meyer, William Hanna y Joseph Barbera, por entonces directores del departamento, decidieron tomar los mandos y montar su propio estudio tan solo unos meses después. Contrataron a gran parte de los antiguos empleados y apostaron desde un principio por la animación en televisión menos costosa pero en plena época de expansión. Los nuevos directores venían de obtener ocho premios Óscar con sus cortometrajes en la MGM y el éxito de la reciente empresa estaba asegurado.

Una vez fundada la compañía, la cual fue bautizada como Hanna-Barbera Productions, establecieron contactos con diversas distribuidoras de televisión que pudieran interesarse por nuevos productos como Screen Gems, filial televisiva de Columbia Pictures y cadenas como la  NBC. Hanna y Barbera necesitaban, por tanto, crear nuevos personajes, esta vez especialmente diseñados para el medio televisivo.

Finalizada definitivamente la era dorada de los cartoons en la gran pantalla, los nuevos personajes creados por Hanna y Barbera interpretaban historias de siete minutos que eran dignas sucesoras de aquellos aunque, todo hay que decirlo, con las lógicas limitaciones impuestas por los costos y tiempos de producción del medio televisivo, que afectaban, además de a la animación, al propio diseño gráfico. Pero la experiencia de los directores hizo de la necesidad virtud.


                                        


1. FASE DE AUGE Y DESARROLLO


En los más de 40 años que los estudios  se mantuvieron en activo pueden diferenciarse varias épocas o etapas de producción que repercutieron tanto en el estilo de dibujo como en la temática de las tramas y que era repetida hasta agotar sus posibilidades si éstas tenían éxito. Por ello, siendo extremadamente esquemáticos, teniendo en cuenta que durante este tiempo produjeron más de 100 series animadas originales, la obra audiovisual de Hanna y Barbera puede sintetizarse en una primera fase de desarrollo, una segunda de expansión y una final de declive. Todas ellas con sus características propias y un diseño muy reconocible.




La primera etapa de la compañía comenzó con la  acertada decisión de recuperar el formato del cartoon más clásico, episodios de una duración no superior a siete minutos en los que primarían los gags y situaciones cómicas antes que la historia. Hanna y Barbera diseñaron un programa contenedor compuesto de tres cartoons individuales protagonizados por diferentes personajes de naturaleza animal, esquema con el que obtuvo un éxito arrollador y el motivo por el que esta primera etapa sea quizás la más recordada.  Este tipo de formato contenedor era ideal para ser distribuído por televisión, fue muy bien recibido por cadenas y patrocinadores que acabaría por marcar el camino del éxito y creó decenas de personajes animados como Hucleberry Hound, los ratones Pixie y Dixie, Tiro Loco McGrow y sobretodo, el Oso Yogui. 

El oso Yogui, más listo que un oso común

El Oso Yogui es un personaje creado en 1958 por el dibujante Ed Benedict y una de las estrellas más importantes de la primera época de Hanna y Barbera. Yogui comenzó como un personaje secundario del show de Huckleberry Hound, la primera serie contenedora de los estudios, pero su sección tuvo tanto éxito que decidieron darle su propio espacio, ‘El show del Oso Yogui’, estrenado en enero de 1961. Su inimitable voz y su gusto por los pareados lo hicieron tan popular que sus aventuras se alargaron hasta los 33 episodios y dieron lugar a constantes reposiciones, múltiples series secuelas y dos largometrajes que han mantenido su popularidad hasta nuestros días.

La serie seguía el esquema inicial de tres bloques de episodios con diferentes personajes de los que Yogui era sin duda el referente principal.


                                        


Nuevas series animadas

El Éxito de Hanna y Barbera a comienzos de los 60’s fue arollador y las series y nuevas creaciones se sucedían año tras año.  Yogui fue la primera estrella de una serie de inolvidables personajes como Tiro Loco McGrow (1959), El Lagarto Juancho (1962), La tortuga D’Artagnan (1962), Maguila Gorila (1963) o La hormiga atómica (1965). Héroes infantiles que encandilaban a toda una generación en las franjas de mayor audiencia.


                                        


Ed Benedict, la clave del éxito

Cuando Hanna y Barbera abrieron sus estudios en 1957 sabían que la clave del éxito pasaba por una renovación estilística que actualizara sus diseños y aportara nuevas puntos de vista y la pareja de directores sabían a quién acudir. Ed Benedict fue parte del equipo de Tex Avery en la MGM y animador de la UPA, donde desarrolló su trazo esquemático, antes de fichar por Hanna-Barbera y convertirse en el artista más importante de la compañía. Se convirtió así, en el creador de casi todos los personajes hannabarberianos de su primera época televisiva. Desde entonces, Ed Benedict ha sido considerado como uno de los artistas más influyentes de la moderna animación norteamericana.


                                        


2. FASE DE EXPANSIÓN Y RECESIÓN


Una de las razones de la prolífica producción de los estudios HB durante tanto tiempo fue la visión heterogénea, panorámica y poliédrica de sus directivos a la hora de crear nuevas series y personajes. Al mismo tiempo que lanzaba productos para la audiencia infantil, a partir de 1960 la compañía apostó por un nuevo modelo de serie que bebía directamente de la cultura popular, con guiños al público adulto y que pudiera resultar atractiva tanto a padres como a hijos. Una apuesta por recuperar el prime time en la televisión que supondría un cambio progresivo de los contenidos y que acabarían por imponer un nuevo rumbo.  

Y bajo estas nuevas directrices y giros de dirección se estrenaba el 30 de Septiembre de 1960 Los Picapiedra, una de las series más vistas no solo de los dibujos animados sino de la historia de la televisión.




Los Picapiedra, una serie prehistórica de la era contemporánea

Los Picapiedra fue la serie de animación más exitosa de los estudios Hanna y Barbera durante los años 60’s y un hito sin precedentes dentro de la  televisión capaz de aglutinar a su alrededor la atención de todo un núcleo familiar, desde padres e hijos, factor que terminó con la vieja afirmación de que los dibujos solo eran cosa de niños.

El motivo de su rápido ascenso radicó en la forma de imitar las series que emitía la televisión del momento caracterizadas por parodiar los conflictos de la nueva sociedad de consumo norteamericana. Sus protagonistas, los matrimonios formados por Pedro Picapiedra y su vecino Pablo Mármol, vivían en Piedradura, en plena edad de piedra, pero tenían las mismas costumbres que los americanos de los años cincuenta: viviendas unifamiliares, barbacoas en el jardín, partidas de bolos y tronco-móvil propio. El formato tenía como novedad su larga duración, media hora frente a los 7 u 8 minuto que se realizaban habitualmente y tenía como estrellas por primera vez a seres humanos, aunque dibujados.
Lo que pocos saben es que estas historias salieron durante mucho tiempo de una de sus sucursales en España. Un equipo de unas cuarenta personas dibujaban y animaban a los Picapiedra de una manera muy artesanal. Hacían unos 17.000 dibujos por cada media hora de película.

La serie se prolongó hasta las seis temporadas con un índice de audiencia nunca visto en una serie animada pero la falta de originalidad de sus tramas argumentales y la progresiva pérdida de calidad en su animación limitada terminó por concluir su emisión en 1966. Durante ese tiempo el matrimonio Picapiedra abordó todo tipo de temas desde las relaciones familiares, el consumo desenfrenado o la lucha de clases hasta la ludopatía o la infertilidad. Al contrario de lo esperado, este no fue sino el comienzo de una constante revisión de la primitiva familia a lo largo del tiempo con series secuela de todas las tramas imaginables, especiales televisivos y dos películas con actores de carne y hueso.


                                        


Un recurso artístico de maestros contemporáneos

Para el formalismo ruso, corriente artística de principios del siglo XX, el «extrañamiento» era un procedimiento estilístico consistente en sacar los elementos textuales de su contexto para crear imágenes nuevas, dotándolas de cierta imprevisibilidad. Un recurso muy utilizado en la creación de spots publicitarios, en el humor y en la pintura. Magritte, por ejemplo, fundió unos pies con unas zapatos de tacón en La philosophie dans le boudoir. Extrañamiento. Lo que Dan Gordon decidió cuando apareció en el despacho de Hanna con bocetos en los que unía en original amalgama un mundo de cavernícolas con la sociedad de consumo estadounidense, y un animalario de cachivaches: pájaros-tocadiscos, elefantes-ducha, diplo-buses...

Otro dato interesante nos ofrece la posibilidad de vivir como un auténtico troglodita contemporáneo en una vivienda inspirada en la casa original de Pedro Picapiedra. La primitiva construcción fue diseñada en 1977 por el arquitecto William Nicholson y se encuentra en el estado de California, Estados Unidos. 


                                        

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La idea de trasladar al dibujo animado cualquier moda o temática con suficiente audiencia televisiva en aquellos años será una de las marcas características de esta etapa de expansión de la compañía. Hanna-Barbera aprovechó en tirón de los Picapiedra y las sitcom familiares para lanzar nuevas series como Los Supersónicos (1962) que directamente autoplagiaban sus propias creaciones, esta vez en un escenario futurista.

Pero la fórmula funcionaba y a lo largo de esta década fueron muchas las series que tomarían el cine como recurso habitual aunque tan solo unas pocas han conseguido mantenerse en el tiempo. Dos buenos ejemplos de esta época son Don Gato y Los Autos Locos, series que si bien no funcionaron como se esperaba, con el paso del tiempo se han convertido en las mejor  valoradas por los críticos y de las más recordadas.




Don Gato y Los Autos Locos

La primera de estas series fue Don Gato, estrenada en 1961, un homenaje del estudio a una de las primeras tiras cómicas de la prensa gráfica y pionera del cómic ‘The Yellow Kid’, al cine de pandilleros de los años 50 y a la música jazz. La amalgama de influencias dieron como resultado un personaje único para la compañía, de gustos refinados y humor intelectual que intentó seducir a todos los públicos pero que no llegó a alcanzar las cotas de audiencia esperadas por el estudio.

Bill Hanna dijo que Don Gato que era uno de los proyectos más sofisticados que intentaron. Quizás por esa razón solo se sostuvo una temporada en la pequeña pantalla, aunque, paradójicamente, con el paso de los años resultara una de las series más recordadas sobretodo en España y Latinoamérica.

Otra serie de  tuvo como gran influencia el cine y además aportó un gran número de personajes a la marca fueron  ‘Los Autos Locos’, creador por Jerry Eisenberg en 1968. Tomando como referencia la película de Blake Edwards ‘La carrera del siglo’ (1965), nos contaba, con la voz de un omnipresente comentarista, la interminable competición automovilística entre once participantes que recorrían los Estados Unidos. Tanto los estrafalarios vehículos como sus extravagantes pilotos y copilotos tenían las más dispares procedencias e incluso pertenecían a diferentes épocas históricas lo que daba a la serie una curiosa atemporalidad. Se produjeron 17 episodios dobles y dos series secuela  que la han mantenido hasta hace muy poco en antena. 


                                        


Durante la siguiente década sus series infantiles se vendieron a todo el mundo, reponiendo capítulos de sus personajes sin un orden cronológico y explotando el éxito comercial de sus series más populares con spin-off y especiales para televisión. 


Héroes de carne y hueso

La fórmula de los animales parlantes que había marcado el estilo inicial de la compañía parecía haberse agotado a mediados de los sesenta pero al contrario de lo que se pudiera prever fue el comienzo de una renovada etapa que se prolongaría por más de dos décadas.

Sus directivos decidieron cambiar de estrategia y optaron en un primer momento por un nuevo estilo de producción en el que cualquier película o serie con suficiente interés televisivo era trasladada inmediatamente al dibujo animado. Así, dejaban a un lado su temática animal y a lo largo de estos años series como El gordo y el flaco (1966), Abott y Costello (1968), los Harlem Globetrotters (1970) o La Familia Addams (1973) fueron llevados al cartoon con una buena acogida televisiva pero con índices de audiencia muy por debajo de sus antiguas producciones.

Si hasta el momento el cine y la televisión habían sido su principal referente, a partir de la década de los sesenta Hanna-Barbera decidió poner su interés en otro de los fenómenos que crecían por momentos en aquella época como era el cómic y sobretodo, los superhéroes y personajes de acción que describían sus viñetas.


                                        


Bajo este nuevo criterio, a finales de 1963, Hanna y Barbera se hicieron con los servicios de Doug Wildey, un reconocido dibujante de cómics de extensa experiencia que inmediatamente se dispuso a desarrollar un concepto de serie de aventuras que se acabaría convirtiendo en una de las más celebradas de esta década como fue Jonny Quest, estrenada en septiembre de 1964.

Gracias a este giro en su producción la compañía descubrió el potencial del cómic y se dispuso explotar el filón con historias más próximas a la aventura que a la comedia y series que tenían como protagonistas a justicieros literarios y sobretodo, superhéroes. A continuación se lanzarían tanto creaciones originales del estudio como ‘El fantasma del Espacio’ (1966) o ‘Mighty Mightor’ (1967), por citar sólo un par de ejemplos, como adaptaciones de personajes ajenos como ‘Birdman’ (1967), ’Los 4 Fantásticos’ (1968) y ‘Los Superamigos’ (1973) de la empresa Marvel Cómics.


                                        


Scooby-Doo

A finales de los sesenta Hanna y Barbera se encontraba en un limbo creativo. Sus series originales se habían convertido en parodias de sus propias creaciones y aunque sus personajes más conocidos se exportaban a todo el mundo, en Estados Unidos cada vez más se veía obligada a recurrir a personajes externos para conseguir mantenerse en antena. Pero todo cambió cuando en 1969 decidieron aunar todos los estilos por los que había pasado el estudio, animales parlantes, aventuras y personajes de carne y hueso en una serie original y revolucionaria titulada ‘Misterio a la orden’.




Con una estética muy pop e inspirados por las novelas juveniles de Enid Blyton, un grupo de amigos resolvían misterios de costa a costa de los Estados Unidos sobre una caravana y acompañados de su mascota, un gran danés simpático y bobalicón llamado Scooby-Doo. A lo largo de sus dos temporadas iniciales vimos fantasmas, vampiros, licántropos y brujas que eran desenmascarados en tramas muy parecidas entre sí donde el misterio y el humor abarcaban todas las escenas.

La personalidad tanto de su estrella principal, el perro Scooby-Doo, como de sus compañeros de aventuras Fred, Daphne, Wilkma y Shaggy convirtió a la serie en la más rentable y con más secuelas de la compañía pero también en uno de los iconos de la animación de todos los tiempos y a su protagonista en una de las estrellas más queridas del público infantil.

Y al igual que todas sus estrellas, las secuelas de Scooby-Doo se sucedieron incansablemente las dos siguientes décadas con nuevos villanos, la aparición de estrellas de la TV y la inclusión de nuevos personajes que exprimieron toda su pulpa hasta agotar el producto.


                                        


Iwao Takamoto, genio renovador

El responsable del éxito de series como Scooby-Doo, aunque no la única, fue el ilustrador y creador de personajes Iwao Takamoto. Este artista norteamericano de origen japonés inició su carrera en la animación trabajando para Walt Disney en diversos films como La Cenicienta o La Dama y el Vagabundo. Después de más de quince años, se trasladó a Hanna-Barbera en 1961 para colaborar en la serie de Los Supersónicos y a partir de ese momento, se convertiría en el diseñador más influyente del estudio después de Ed Benedict. Suyos son los diseños de personajes memorables como la Hormiga Atómica, Scooby-Doo, Pierre Nodoyuna o Patán. Con el paso del tiempo, la vinculación de Takamoto con la compañía fue creciendo hasta llegar a asumir tareas de dirección y producción. 


                                        


3. FASE DE DECLIVE Y DISOLUCIÓN

Scooby-Doo fue la última estrella animada que saldría de Hanna-Barbera. Después de él, la compañía atravesaría el desierto creativo que supusieron los años setenta para la animación y que acabó con muchos de los estudios nacidos tras el boom de los años sesenta. La producción del estudio creció tan espectacularmente desde sus inicios que fue absorbida sucesivamente por grandes compañías que dieron el poder de decisión a los ejecutivos por encima de Hanna y Barbera, que terminaron como figuras meramente representativas. Desde su origen hasta mediados de los setenta, todo fue subir escalones. Sin embargo, los presupuestos seguían recortándose y las historias empezaron a abandonarse, la calidad se redujo y la caída fue inminente. 




Mirando hacia Europa

A principios de 1980, los responsables de Hanna y Barbera tuvieron que tomar decisiones trascendentales para la compañía, seguramente demasiado importantes para unos directivos que ya nada tenían que ver con el mundo de la animación. Así que como último intento por reflotar el estudio decidieron centrar sus esfuerzos en las tres direcciones en las que mejores resultados había obtenido hasta entonces como recurrir al mundo del cómic, la adaptación de tendencias y modas en series de animación y la regresión de sus estrellas a versiones infantiles.

La década comenzó poniendo su mirada en Europa y en artistas como Peyó o Morris, dibujantes belgas creadores respectivamente de Los Pitufos (1981) y Lucky Luke (1983). A estos les siguieron otros personajes fruto de esta asociación franco-belga como ‘Los Snorkels’ (1984)y ‘Foofur’ (1986).

El recurso tan característico de Hanna y Barbera de llevar a la animación todo lo que en ese momento fuera interesante para la audiencia continuó con las series de Pac-Man y Los Rescatadores, ambas de 1982. Pero ninguna de estas apuestas consiguieron frenar la caída de la compañía.


                                        


Nuevos horizontes

Finalmente, en un intento tardío por captar la audiencia perdida Hanna y Barbera lanzaba toda una serie de series secuelas que pretendiendo actualizar y renovar el estilo del estudio devolvían a la infancia a sus creaciones más rentables. ‘Los pequeños Picapiedra’ (1986), ‘Un cachorro llamado Scooby-Doo ‘(1988), ‘Los pequeños Tom y Jerry (1990) y ‘¡Yo Yogui!’ (1991) conformaban la despedida un tanto agridulce de unos estudios que habían marcado un estilo y una forma de trabajo por más de 30 años.


                                        


La salvación apareció en los años 90, cuando la compañía propietaria Turner Broadcasting propulsó de nuevo las creaciones de Hanna-Barbera en su nuevo canal televisivo y pasó a formar parte de la parrilla de programación de Cartoon Network. Hanna Barbera desapareció en 2001 como productora independiente en cierto modo víctima de su propio éxito. Sin embargo, su influencia sigue presente en muchas de las series de animación actuales y ningún estudio ha conseguido superar el número de series producidas por esta compañía precursora de un estilo que continúa hasta nuestros días. 







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1 comentarios :

Julio Molina-Muscara dijo...

Excelente articulo! Hace justicia al glorioso y queridísimo estudio HB. Una sola acotación de corrección: la serie Los Superamigos es de DC no de Marvel Comics.