HANNA-BARBERA
La animación en serie
Los Picapiedra, El oso Yogui, Don Gato, Scooby-Doo… imágenes de la
cultura pop, todas ellas, series excepcionales y, todas ellas, procedentes de
los estudios Hanna-Barbera, la productora de series de animación más importante
de la historia.
Tras el cierre repentino en 1957
de los estudios de animación de la Metro-Goldwing-Meyer, William Hanna y Joseph
Barbera, por entonces directores del departamento, decidieron tomar los mandos
y montar su propio estudio tan solo unos meses después. Contrataron a gran
parte de los antiguos empleados y apostaron desde un principio por la animación
en televisión menos costosa pero en plena época de expansión. Los nuevos
directores venían de obtener ocho premios Óscar con sus cortometrajes en la MGM
y el éxito de la reciente empresa estaba asegurado.
Una vez fundada la compañía, la
cual fue bautizada como Hanna-Barbera Productions, establecieron contactos con
diversas distribuidoras de televisión que pudieran interesarse por nuevos productos
como Screen Gems, filial televisiva de Columbia Pictures y cadenas como la NBC. Hanna y Barbera necesitaban, por tanto,
crear nuevos personajes, esta vez especialmente diseñados para el medio
televisivo.
1. FASE DE AUGE Y DESARROLLO
En los más de 40 años que los
estudios se mantuvieron en activo pueden
diferenciarse varias épocas o etapas de producción que repercutieron tanto en
el estilo de dibujo como en la temática de las tramas y que era repetida hasta
agotar sus posibilidades si éstas tenían éxito. Por ello, siendo extremadamente
esquemáticos, teniendo en cuenta que durante este tiempo produjeron más de 100
series animadas originales, la obra audiovisual de Hanna y Barbera puede
sintetizarse en una primera fase de desarrollo, una segunda de expansión y una
final de declive. Todas ellas con sus características propias y un diseño muy
reconocible.
La primera etapa de la compañía comenzó
con la acertada decisión de recuperar el
formato del cartoon más clásico, episodios de una duración no superior a siete
minutos en los que primarían los gags y situaciones cómicas antes que la
historia. Hanna y Barbera diseñaron un programa contenedor compuesto de tres
cartoons individuales protagonizados por diferentes personajes de naturaleza
animal, esquema con el que obtuvo un éxito arrollador y el motivo por el que
esta primera etapa sea quizás la más recordada.
Este tipo de formato contenedor era ideal para ser distribuído por
televisión, fue muy bien recibido por cadenas y patrocinadores que acabaría por
marcar el camino del éxito y creó decenas de personajes animados como
Hucleberry Hound, los ratones Pixie y Dixie, Tiro Loco McGrow y sobretodo, el
Oso Yogui.
El oso Yogui, más listo que un oso común
El Oso Yogui es un personaje
creado en 1958 por el dibujante Ed Benedict y una de las estrellas más
importantes de la primera época de Hanna y Barbera. Yogui comenzó como un personaje
secundario del show de Huckleberry Hound, la primera serie contenedora de los
estudios, pero su sección tuvo tanto éxito que decidieron darle su propio
espacio, ‘El show del Oso Yogui’, estrenado en enero de 1961. Su inimitable voz
y su gusto por los pareados lo hicieron tan popular que sus aventuras se
alargaron hasta los 33 episodios y dieron lugar a constantes reposiciones,
múltiples series secuelas y dos largometrajes que han mantenido su popularidad
hasta nuestros días.
La serie seguía el esquema
inicial de tres bloques de episodios con diferentes personajes de los que Yogui
era sin duda el referente principal.
Nuevas series animadas
El Éxito de Hanna y Barbera a
comienzos de los 60’s fue arollador y las series y nuevas creaciones se
sucedían año tras año. Yogui fue la
primera estrella de una serie de inolvidables personajes como Tiro Loco McGrow
(1959), El Lagarto Juancho (1962), La tortuga D’Artagnan (1962), Maguila Gorila
(1963) o La hormiga atómica (1965). Héroes infantiles que encandilaban a toda
una generación en las franjas de mayor audiencia.
Ed Benedict, la clave del éxito
Cuando Hanna y Barbera abrieron
sus estudios en 1957 sabían que la clave del éxito pasaba por una renovación
estilística que actualizara sus diseños y aportara nuevas puntos de vista y la
pareja de directores sabían a quién acudir. Ed Benedict fue parte del equipo de
Tex Avery en la MGM y animador de la UPA, donde desarrolló su trazo
esquemático, antes de fichar por Hanna-Barbera y convertirse en el artista más
importante de la compañía. Se convirtió así, en el creador de casi todos los
personajes hannabarberianos de su
primera época televisiva. Desde entonces, Ed Benedict ha sido considerado como
uno de los artistas más influyentes de la moderna animación norteamericana.
2. FASE DE EXPANSIÓN Y RECESIÓN
Una de las razones de la
prolífica producción de los estudios HB durante tanto tiempo fue la visión heterogénea,
panorámica y poliédrica de sus directivos a la hora de crear nuevas series y
personajes. Al mismo tiempo que lanzaba productos para la audiencia infantil, a
partir de 1960 la compañía apostó por un nuevo modelo de serie que bebía
directamente de la cultura popular, con guiños al público adulto y que pudiera
resultar atractiva tanto a padres como a hijos. Una apuesta por recuperar el
prime time en la televisión que supondría un cambio progresivo de los
contenidos y que acabarían por imponer un nuevo rumbo.
Los Picapiedra, una serie prehistórica de la era contemporánea
Los Picapiedra fue la serie de
animación más exitosa de los estudios Hanna y Barbera durante los años 60’s y
un hito sin precedentes dentro de la
televisión capaz de aglutinar a su alrededor la atención de todo un núcleo
familiar, desde padres e hijos, factor que terminó con la vieja afirmación de
que los dibujos solo eran cosa de niños.
El motivo de su rápido ascenso
radicó en la forma de imitar las series que emitía la televisión del momento
caracterizadas por parodiar los conflictos de la nueva sociedad de consumo
norteamericana. Sus protagonistas, los matrimonios formados por Pedro
Picapiedra y su vecino Pablo Mármol, vivían en Piedradura, en plena edad de
piedra, pero tenían las mismas costumbres que los americanos de los años
cincuenta: viviendas unifamiliares, barbacoas en el jardín, partidas de bolos y
tronco-móvil propio. El formato tenía como novedad su larga duración, media
hora frente a los 7 u 8 minuto que se realizaban habitualmente y tenía como estrellas
por primera vez a seres humanos, aunque dibujados.
Lo que pocos saben es que estas
historias salieron durante mucho tiempo de una de sus sucursales en España. Un
equipo de unas cuarenta personas dibujaban y animaban a los Picapiedra de una
manera muy artesanal. Hacían unos 17.000 dibujos por cada media hora de
película.
Un recurso artístico de maestros contemporáneos
Para el formalismo ruso,
corriente artística de principios del siglo XX, el «extrañamiento» era un
procedimiento estilístico consistente en sacar los elementos textuales de su
contexto para crear imágenes nuevas, dotándolas de cierta imprevisibilidad. Un
recurso muy utilizado en la creación de spots publicitarios, en el humor y en la
pintura. Magritte, por ejemplo, fundió unos pies con unas zapatos de tacón en La philosophie dans le boudoir.
Extrañamiento. Lo que Dan Gordon decidió cuando apareció en el despacho de
Hanna con bocetos en los que unía en original amalgama un mundo de cavernícolas
con la sociedad de consumo estadounidense, y un animalario de cachivaches:
pájaros-tocadiscos, elefantes-ducha, diplo-buses...
Más información AQUÍ
La idea de trasladar al dibujo
animado cualquier moda o temática con suficiente audiencia televisiva en
aquellos años será una de las marcas características de esta etapa de expansión
de la compañía. Hanna-Barbera aprovechó en tirón de los Picapiedra y las sitcom
familiares para lanzar nuevas series como Los Supersónicos (1962) que
directamente autoplagiaban sus propias creaciones, esta vez en un escenario
futurista.
Don Gato y Los Autos Locos
La primera de estas series fue
Don Gato, estrenada en 1961, un homenaje del estudio a una de las primeras
tiras cómicas de la prensa gráfica y pionera del cómic ‘The Yellow Kid’, al
cine de pandilleros de los años 50 y a la música jazz. La amalgama de
influencias dieron como resultado un personaje único para la compañía, de
gustos refinados y humor intelectual que intentó seducir a todos los públicos pero
que no llegó a alcanzar las cotas de audiencia esperadas por el estudio.
Bill Hanna dijo que Don Gato que
era uno de los proyectos más sofisticados que intentaron. Quizás por esa razón
solo se sostuvo una temporada en la pequeña pantalla, aunque, paradójicamente,
con el paso de los años resultara una de las series más recordadas sobretodo en
España y Latinoamérica.
Otra serie de tuvo como gran influencia el cine y además
aportó un gran número de personajes a la marca fueron ‘Los Autos Locos’, creador por Jerry Eisenberg
en 1968. Tomando como referencia la película de Blake Edwards ‘La carrera del
siglo’ (1965), nos contaba, con la voz de un omnipresente comentarista, la
interminable competición automovilística entre once participantes que recorrían
los Estados Unidos. Tanto los estrafalarios vehículos como sus extravagantes
pilotos y copilotos tenían las más dispares procedencias e incluso pertenecían
a diferentes épocas históricas lo que daba a la serie una curiosa atemporalidad.
Se produjeron 17 episodios dobles y dos series secuela que la han mantenido hasta hace muy poco en
antena.
Héroes de carne y hueso
La fórmula de los animales
parlantes que había marcado el estilo inicial de la compañía parecía haberse
agotado a mediados de los sesenta pero al contrario de lo que se pudiera prever
fue el comienzo de una renovada etapa que se prolongaría por más de dos
décadas.
Sus directivos decidieron cambiar
de estrategia y optaron en un primer momento por un nuevo estilo de producción
en el que cualquier película o serie con suficiente interés televisivo era
trasladada inmediatamente al dibujo animado. Así, dejaban a un lado su temática
animal y a lo largo de estos años series como El gordo y el flaco (1966), Abott
y Costello (1968), los Harlem Globetrotters (1970) o La Familia Addams (1973)
fueron llevados al cartoon con una buena acogida televisiva pero con índices de
audiencia muy por debajo de sus antiguas producciones.
Si hasta el momento el cine y la
televisión habían sido su principal referente, a partir de la década de los
sesenta Hanna-Barbera decidió poner su interés en otro de los fenómenos que
crecían por momentos en aquella época como era el cómic y sobretodo, los
superhéroes y personajes de acción que describían sus viñetas.
Bajo este nuevo criterio, a
finales de 1963, Hanna y Barbera se hicieron con los servicios de Doug Wildey,
un reconocido dibujante de cómics de extensa experiencia que inmediatamente se
dispuso a desarrollar un concepto de serie de aventuras que se acabaría convirtiendo
en una de las más celebradas de esta década como fue Jonny Quest, estrenada en
septiembre de 1964.
Scooby-Doo
A finales de los sesenta Hanna y
Barbera se encontraba en un limbo creativo. Sus series originales se habían
convertido en parodias de sus propias creaciones y aunque sus personajes más
conocidos se exportaban a todo el mundo, en Estados Unidos cada vez más se veía
obligada a recurrir a personajes externos para conseguir mantenerse en antena.
Pero todo cambió cuando en 1969 decidieron aunar todos los estilos por los que
había pasado el estudio, animales parlantes, aventuras y personajes de carne y
hueso en una serie original y revolucionaria titulada ‘Misterio a la orden’.
Con una estética muy pop e
inspirados por las novelas juveniles de Enid Blyton, un grupo de amigos
resolvían misterios de costa a costa de los Estados Unidos sobre una caravana y
acompañados de su mascota, un gran danés simpático y bobalicón llamado
Scooby-Doo. A lo largo de sus dos temporadas iniciales vimos fantasmas,
vampiros, licántropos y brujas que eran desenmascarados en tramas muy parecidas
entre sí donde el misterio y el humor abarcaban todas las escenas.
La personalidad tanto de su
estrella principal, el perro Scooby-Doo, como de sus compañeros de aventuras
Fred, Daphne, Wilkma y Shaggy convirtió a la serie en la más rentable y con más
secuelas de la compañía pero también en uno de los iconos de la animación de
todos los tiempos y a su protagonista en una de las estrellas más queridas del
público infantil.
Iwao Takamoto, genio renovador
El responsable del éxito de
series como Scooby-Doo, aunque no la única, fue el ilustrador y creador de
personajes Iwao Takamoto. Este artista norteamericano de origen japonés inició
su carrera en la animación trabajando para Walt Disney en diversos films como
La Cenicienta o La Dama y el Vagabundo. Después de más de quince años, se
trasladó a Hanna-Barbera en 1961 para colaborar en la serie de Los Supersónicos
y a partir de ese momento, se convertiría en el diseñador más influyente del estudio
después de Ed Benedict. Suyos son los diseños de personajes memorables como la
Hormiga Atómica, Scooby-Doo, Pierre Nodoyuna o Patán. Con el paso del tiempo,
la vinculación de Takamoto con la compañía fue creciendo hasta llegar a asumir
tareas de dirección y producción.
3. FASE DE DECLIVE Y DISOLUCIÓN
Scooby-Doo fue la última estrella
animada que saldría de Hanna-Barbera. Después de él, la compañía atravesaría el
desierto creativo que supusieron los años setenta para la animación y que acabó
con muchos de los estudios nacidos tras el boom de los años sesenta. La
producción del estudio creció tan espectacularmente desde sus inicios que fue
absorbida sucesivamente por grandes compañías que dieron el poder de decisión a
los ejecutivos por encima de Hanna y Barbera, que terminaron como figuras
meramente representativas. Desde su origen hasta mediados de los setenta, todo fue
subir escalones. Sin embargo, los presupuestos seguían recortándose y las
historias empezaron a abandonarse, la calidad se redujo y la caída fue
inminente.
Mirando hacia Europa
A principios de 1980, los responsables
de Hanna y Barbera tuvieron que tomar decisiones trascendentales para la
compañía, seguramente demasiado importantes para unos directivos que ya nada
tenían que ver con el mundo de la animación. Así que como último intento por
reflotar el estudio decidieron centrar sus esfuerzos en las tres direcciones en
las que mejores resultados había obtenido hasta entonces como recurrir al mundo
del cómic, la adaptación de tendencias y modas en series de animación y la regresión
de sus estrellas a versiones infantiles.
La década comenzó poniendo su
mirada en Europa y en artistas como Peyó o Morris, dibujantes belgas creadores
respectivamente de Los Pitufos (1981) y Lucky Luke (1983). A estos les
siguieron otros personajes fruto de esta asociación franco-belga como ‘Los Snorkels’
(1984)y ‘Foofur’ (1986).
El recurso tan característico de
Hanna y Barbera de llevar a la animación todo lo que en ese momento fuera
interesante para la audiencia continuó con las series de Pac-Man y Los
Rescatadores, ambas de 1982. Pero ninguna de estas apuestas consiguieron frenar
la caída de la compañía.
Nuevos horizontes
Finalmente, en un intento tardío
por captar la audiencia perdida Hanna y Barbera lanzaba toda una serie de
series secuelas que pretendiendo actualizar y renovar el estilo del estudio
devolvían a la infancia a sus creaciones más rentables. ‘Los pequeños Picapiedra’
(1986), ‘Un cachorro llamado Scooby-Doo ‘(1988), ‘Los pequeños Tom y Jerry
(1990) y ‘¡Yo Yogui!’ (1991) conformaban la despedida un tanto agridulce de
unos estudios que habían marcado un estilo y una forma de trabajo por más de 30
años.
La salvación apareció en los años
90, cuando la compañía propietaria Turner Broadcasting propulsó de nuevo las
creaciones de Hanna-Barbera en su nuevo canal televisivo y pasó a formar parte
de la parrilla de programación de Cartoon Network. Hanna Barbera desapareció en
2001 como productora independiente en cierto modo víctima de su propio éxito.
Sin embargo, su influencia sigue presente en muchas de las series de animación
actuales y ningún estudio ha conseguido superar el número de series producidas
por esta compañía precursora de un estilo que continúa hasta nuestros días.
Volver atrás Continuar Volver al menú
OTRAS IMÁGENES:
OTROS VÍDEOS RELACIONADOS:
1 comentarios :
Excelente articulo! Hace justicia al glorioso y queridísimo estudio HB. Una sola acotación de corrección: la serie Los Superamigos es de DC no de Marvel Comics.
Publicar un comentario